Por Jessica Gamboa Valdés
@insuyeka
Edición: Sandra Lidid Céspedes
“Este es el punto crucial –pienso– del miedo a que lo que queda del régimen patriarcal de significado, cuyo principal soporte y manifestación es el Estado de Derecho, se nos caiga encima. Hace meses que los medios de comunicación amagan este miedo, aunque no lo conecten con el final del patriarcado sino con la lucha fratricida entre tu Derecho y el mío. Mi respuesta es la política de las mujeres, que consiste en la toma de conciencia y la relación. Por tanto, en hacer sociedad femenina y simbólico libre. Hace ya tiempo que sabemos que la violencia contra las mujeres era y es violencia en torno al ser, no una consecuencia de roles de género ni de desigualdades de clase”.
María-Milagros Rivera Garretas[1]
A inicios del mes de marzo la OMS declaró oficialmente la existencia de una pandemia global ocasionada por el Coronavirus o Covid-19, enfermedad que en pocos meses se hizo cada vez más peligrosa y mortal. No obstante, como resultado de las medidas de confinamiento para sobrellevar la pandemia, la violencia hacia las mujeres ha aumentado. Así lo señalan distintos organismos internacionales y feministas que han alertado sobre esta realidad a nivel mundial, la que se ha visto reflejada en las altas tasas de denuncias y solicitudes de refugios o centros de apoyo para mujeres. Incluso en el discurso mediático la violencia de género es señalada como la otra pandemia, por sus efectos negativos y mortales para las mujeres, tal como lo es el Covid-19 en este momento. [2]
Debido a esta situación, se pide a los gobiernos -y a sus gobernantes hombres- que tomen las medidas de protección en este ámbito; pero como las mujeres en las sociedades patriarcales modernas no encarnamos ningún valor social, difícilmente será una prioridad política. De modo que vamos a seguir presenciando un aumento sostenido de la violencia.
Las cifras de distintos países revelan que han debido, no solo enfrentar devastadoras pérdidas de vidas por el covid-19, sino que también vidas de mujeres asesinadas por sus parejas, convivientes o cónyuges. También han aumentado las cifras de agresiones sexuales hacia niñas y adolescentes perpetradas en el denominado espacio “privado” de la familia[3].
Esta pandemia ha hecho caer muchos velos, principalmente el velo encubridor de la violencia de género que se disuelve en su propia idea, pues, al hacer de la diferencia sexual un tema de género, invisibiliza con ello la raíz de la violencia patriarcal. Carole Pateman señaló en su tesis doctoral “El contrato sexual”[4] que, como resultado del contrato social , se convierte y reduce la diferencia sexual a una diferencia política. Es decir, la libertad civil de los hombres y la sujeción -naturalizada- de las mujeres; y es en base a esta organización política-social-sexual que se consolida la aparente división de las esferas pública y privada de las sociedades modernas. De la misma forma, se ha pretendido borrar u omitir la estrecha relación del derecho patriarcal moderno con el contrato sexual, al reducir la violencia de los hombres contra las mujeres al ámbito de lo doméstico o intrafamiliar. No bastando con esto, hoy han instalado una diversidad de géneros donde la diferencia sexual queda completamente difuminada.
Estas denominaciones o categorías, como la del género, producidas por el modelo contractualista moderno -de origen patriarcal- son funcionales a los estados – gobiernos- y sus políticas públicas y a todos los organismos e instituciones que reproducen, en cualquiera de sus formas de contratación, el pacto -no pacífico- entre hombres para apropiarse y distribuirse el cuerpo de las mujeres y sus frutos, dice María-Milagros Rivera Garretas. En este sentido, estas denominaciones esconden lo fundamental y fundante de la violencia hacia las mujeres: la imposición de una convivencia -entre los sexos-regulada por la institución de la heterosexualidad obligatoria- Adrienne Rich explica[5] claramente las secuelas que esta obligatoriedad arrastra para las mujeres, sea en tiempos de pandemia o no.
Cuando se alerta y denuncia que a causa de la pandemia se observa un aumento generalizado y sostenido de la violencia de género en los espacios domésticos o familiares, lo que se está diciendo es que las mujeres -TODAS- independiente del país, cultura, etnia, raza, edad y clase social, han de habitar en el régimen político-sexual patriarcal de la HETEROSEXUALIDAD OBLIGATORIA como algo inherente a la existencia femenina. Por tanto, lo que no se cuestiona es, precisamente, la convivencia naturalizada con los hombres. Así, se universaliza un hecho político, ya que, aparentemente, la sociedad entera disimula, tolera y acomoda la violencia hacia las mujeres. En síntesis, no podemos seguir ciegas ante esta realidad, es necesario que nos despojemos de nuestro propio velo para al fin ver por qué perviven las relaciones basadas en el contrato social-sexual, y cómo todas las instituciones legitiman la heterosexualidad obligatoria como forma natural de convivencia entre los sexos, pese a la violencia de tantos hombres en contra de las mujeres.
Por su parte, las explicaciones que provienen de instituciones como ONU-Mujeres y organizaciones y voces feministas, dejan mucho que desear al respecto. No es posible que, a estas alturas y con tanta producción teórica y de pensamiento feminista, se continúe atribuyendo el porqué de la violencia hacia las mujeres, en el contexto de la pandemia, a las condiciones económicas y de aislamiento que experimentan las mujeres. Sabemos que estos son factores agravantes de la violencia, pero no su raíz.
Del mismo modo, me parece tremendamente grave el hecho de justificar al agresor y su comportamiento como efecto de una crisis emocional provocada por la frustración ante la pérdida del empleo, o por el estrés de convivir en un espacio compartido “con niños/as u otros integrantes del hogar”, de forma permanente y obligatoria, o por la restricción de circulación en los espacios públicos que impide la recreación y el esparcimiento físico y mental.
A continuación, comparto algunos extractos de entrevistas/columnas de opinión que seleccioné de una búsqueda al azar en la web: pandemia y violencia contra las mujeres. Destaco algunos conceptos o frases dentro de las citas en negritas para hacer una última y breve reflexión:
“… la cuarentena, que implica el encierro en el espacio doméstico por tiempos que mujeres y niñas no experimentábamos de manera masiva por décadas, enciende las alertas en tanto se identifica el hogar como el lugar en que más se produce violencia contra nosotras”.[6]
“… la necesidad de permanecer en las casas para prevenir la infección por Covid-19 lleva a aquellas mujeres que viven este confinamiento con sus agresores a enfrentar un mayor riesgo de violencia sexual, física, psicológica, económica e incluso de femicidio. En efecto, estos días ha aumentado la demanda de orientación y denuncia por violencia de género, lo que debe obligar al Estado a adoptar medidas urgentes para garantizar la seguridad de las mujeres, tal como han solicitado los organismos internacionales a nuestro país”.[7]
“¿En cuáles circunstancias no relacionadas con una cuarentena, pero sí con tiempo en casa, se incrementa la violencia de uno de los miembros de la familia contra los otros?
Según las cifras, estos episodios tienen un pico en fines de semana y en horas de la noche. En ambos casos, los domingos son los días con el mayor porcentaje de casos reportados: 22,15 % en el caso de violencia intrafamiliar y 23,91 % en el caso de violencia de pareja. A su vez, cerca del 40,32 % de la violencia de pareja y el 35,45 % de la violencia intrafamiliar ocurre entre las 6 de la tarde y las 11:59 de la noche. Dicho de otro modo, estos actos violentos suceden cuando las mujeres comparten la vivienda con sus agresores y no existen vías de escape, como actividades laborales o académicas, que les permitan pasar tiempo fuera de sus hogares. La pregunta que nos hacemos es, si esto es así en situaciones no extraordinarias, ¿cómo será en temporadas de confinamiento en donde hay que convivir por semanas? ¿Qué podemos hacer?”.[8]
“Supone una gran paradoja que en el tiempo de la recomendada “distancia social”, muchas personas se vean obligadas a convivir las 24 horas del día con su mayor enemigo visible, bajo el mismo techo, sin el alivio que suponen las rutinas del día. Sin la posibilidad de que esa convivencia malsana pueda ser interrumpida por otra actividad que no sea la de permanecer en casa”.[9]
“… pero hoy, cuando el mundo se encuentra paralizado y conmovido por la amenaza de una nueva pandemia, la del coronavirus, el aislamiento social ha generado para algunas mujeres la terrible consecuencia no deseada de tener que soportar sin tregua el maltrato de su conviviente en situación de encierro”. [10]
“… muchos activistas dicen que era dolorosamente obvio que tal abuso aumentaría en una situación de encierro. Numerosos estudios han demostrado que los eventos estresantes como las crisis económicas o los desastres naturales a menudo conducen a casos más altos de violencia de género”.[11]
“…de los contagios por coronavirus, obliga a miles de víctimas a mantenerse encerradas con sus victimarios, en un escenario agravado por el estrés y la frustración de los agresores y con menos posibilidades que antes de ser vistas por alguien más que pudiera alertar de estos hechos”. [12]
“La crisis ha engendrado un nuevo léxico. Donde antes había “bebés de apagones”, ahora podemos esperar una ola de “coronabebés” y una nueva generación de adolescentes “cuarentenos” en 2033. Las parejas cuyos matrimonios se estén desgastando bajo las presiones del autoaislamiento podrían estar en camino a un “covidivorcio”” … Se ha vuelto más complicado tener una aventura y salirse con la suya…. “La otra noche simplemente entró a mi cama como si todo estuviera normal e intentó rodar hasta ponerse sobre mí para tener sexo”, señaló. “Fue como una mala broma. Siento como si los muros me aplastaran y el techo se derrumbará sobre mi cabeza”.[13]
“Naciones Unidas ha avisado de que “en apenas los próximos meses” siete millones de mujeres sufrirán embarazos no deseados durante la pandemia del coronavirus debido a la incapacidad para obtener anticonceptivos”.[14]
En síntesis:
– La convivencia forzada de las mujeres con los hombres, sean estos agresores o potenciales agresores -en sus distintos grados-, es la institución de la heterosexualidad obligatoria como régimen político-sexual contra las mujeres. La pandemia covid-19 la empeora.
– La heterosexualidad obligatoria es la materialización del contrato sexual-social moderno que se traduce en contrato matrimonial y sus derivados: coito y reproducción, incesto y violación, pornografía y prostitución, hasta llegar a la masacre de los cuerpos de las mujeres.
– Imposición del modelo sexual masculino, a través de la práctica sexual exclusivamente penetrativa que coloniza el cuerpo femenino – la vagina- al igual que la psiquis femenina, para hacer coincidir el placer con la reproducción y que, sin embargo, son cuestiones totalmente opuestas[15].
– La heterosexualidad obligatoria coloca en el centro el falo como medida del placer sexual, privando a la mujer de su propio placer, al cancelar EL ORGASMO FEMENINO, del clítoris (Carla Lonzi y María-Milagros Rivera).
– La obligatoriedad de la maternidad al igual que la heterosexualidad se impone como un destino para cualquier mujer, en pandemia o no.
A modo de reflexión-conclusión, considero que si la violencia que afecta a las mujeres sigue siendo opacada por los términos y concepciones que no tienen la capacidad de ir a la raíz del problema, probablemente será muy difícil erradicarla, pues no se trata de demonizar la relación heterosexual per se, sino, analizarla como una imposición político-sexual, supuestamente natural, y que dada la construcción histórica de la relación desigual entre los sexos, ha sido el refugio más elemental donde se consolidan las violencias en contra de las mujeres. Parafraseando a Carla Lonzi, no se trata de la heterosexualidad a cualquier precio, sino de la heterosexualidad si no tiene precio.
[1] http://www.ub.edu/duoda/web/es/textos/10/222/
[2]https://www.unwomen.org/es/news/stories/2020/4/statement-ed-phumzile-violence-against-women-during-pandemic
[3]https://www.france24.com/es/20200509-repunte-feminicidios-durante-pandemia-aislamiento-covid19.
Recomiendo leer la versión editada de El Saqueo originario y la violencia sexual, de Andrea Franulic Depix, en el que me he inspirado.
[4] Publicado el año 1988. En 2019, se vuelve a publicar con la traducción de María Luisa Femenías, en la editorial Ménades.
[5] Quiero hacer una aclaración conceptual y semántica al respecto, pues, he visto cómo en varios textos y/o artículos se utilizan como similares “heterosexualidad obligatoria y heteronormatividad”. Me interesa, fundamentalmente, el concepto de –Heterosexualidad Obligatoria– de la ensayista, poeta y feminista lesbiana Radical de la diferencia Adrienne Rich, que la califica y analiza como una institución política-sexual impuesta sobre las mujeres, y que, por consiguiente, ha cancelado la –Existencia Lesbiana- y, los lazos entre mujeres –Continuum Lesbiano-. Este ensayo de Rich, del año 1980, aunque, provocó múltiples reacciones dentro del movimiento feminista radical, no obstante, se configuró como uno de los conceptos claves para el feminismo contemporáneo, en cuanto es muy clarificador y lúcido para nombrar e interpretar, la experiencia común de las mujeres. En cambio, Heteronormatividad, es un concepto acuñado por las perspectivas posmodernas- queer/LGTB- que no reconocen el sexo como un hecho concreto e irreducible de la vida; todo lo contrario, su análisis se basa en el género, como aquella norma social impuesta en tanto -actos performáticos- posibles de deconstruir. De esta forma se ha ampliado, como una alternativa a este binarismo de género, una gama de identidades de géneros. Sin embargo, la operación consiste, precisamente en invisibilizar, principalmente, a las mujeres como sujetas políticas con existencia sexuada y simbólica propias, desplazándola a una mera categoría, misógina, por cierto, de -persona gestante o cuerpo menstruante- aludiendo a que, el ser mujer, es una construcción social como cualquier otra.
[6]https://palabrapublica.uchile.cl/2020/04/08/pandemia-y-violencia-mujeres/
[7]https://www.latercera.com/opinion/noticia/pandemia-y-violencia-de-genero/HVEUUTPKM5BSPHXCZ2H6VGDURQ/
[8]https://www.elespectador.com/coronavirus/en-la-pandemia-violencia-recrudecida-contra-la-mujer-denuncia-dejusticia-articulo-911721
[9]https://www.nuevatribuna.es/articulo/actualidad/coronavirus-confinamiento-violenciamachista-violenciagenero-victimas-pandemia/20200330100020172814.html
[10]https://www.clarin.com/opinion/violencia-mujeres-pandemia_0_b0LYtmjB6.html
[11]https://cnnespanol.cnn.com/2020/05/25/el-coronavirus-esta-matando-a-mas-hombres-pero-el-confinamiento-es-desastroso-para-las-mujeres-y-sus-derechos/
[12]https://es.noticias.yahoo.com/violencia-g%C3%A9nero-pandemia-pandemia-expertas-203948318.html
[13]https://www.infobae.com/america/the-new-york-times/2020/03/30/de-covidivorcios-y-coronabebes-la-vida-durante-un-cierre-de-emergencia/
[14]https://www.lavanguardia.com/vida/20200429/48814673737/confinamiento-coronavirus-embarazos-no-deseados-mundo.html
[15] La mujer clitórica y la mujer vaginal, en Escupamos sobre Hegel, 1970. Recomiendo también leer a María-Milagros Rivera Garretas, y su estudio de los manifiestos de Rivolta Femminile. Carla Lonzi y Otras. Manifiestos de Rivolta Femminile, La revolución clitórica. http://www.ub.edu/duoda/bvid/text.php?doc=Duoda:text:2019.04.0001