Violeta no se fue a los Cielos, Sigue con Nosotras, Cantando

 

27 de febrero de 2013 a las 17:04

Durante mucho tiempo me resistí a ver la película Violeta Se Fue a Los Cielos, del cineasta Andrés Wood, basada en la vida de Violeta Parra. Pero, como la sequía es total en TVN, único canal a mi alcance, decidí instalar una maquinita y ver películas. Mi reticencia estaba más que justificada.

La película, como todas las obras machistas pone el centro de la vida de una mujer en el factor amoroso romántico, en este caso heterosexual. Según este film la Violeta se suicida por “amor” del malo: mujer mayor, fea (la película insiste en imágenes de ella observando y corrigiendo su tez) y pobre que para colmo de males se enamora de un hombre menor que la abandona. Quien tiene tal poder sobre Violeta es un rubiecito europeo, medianamente músico y medianamente buen mozo según los cánones patriarcales, y sin ningún otro atributo que le diera una cierta dignidad que justifique el interés de la Violeta por el sujeto.

Según la teórica feminista Kate Millet: “La imagen de la mujer, tal como la conocemos, es una imagen creada por el hombre y trabajada de manera de satisfacer sus necesidades”. Sabemos que es un acto rutinario de la propaganda machista -en el sentido genérico/político- el repetir una y otra vez que el motivo fundamental de vida de las mujeres se encuentra en una relación tan poco democrática como es la relación de pareja. Pero, darle a esa tontera la intensidad y el peso que llevaría a La Violeta Parra a poner fin a su vida… es un insulto a la razón.

La película “olvida” que en el momento de poner fin a su vida Violeta tenía otros amores y que ninguno, ni el suizo ni otros criollos, le daban sentido existencial, ni a su arte, ni a su vida. Representarla de esa manera es reducir políticamente la acción libertaria de Violeta a la vulgar y difundida ideología del sufrimiento de la mujer por un hombre, ocultando precisamente lo que le daba un sello particular y rupturista: su rebeldía ante todas las convenciones y prisiones culturales y su capacidad de hacer de ello una creación artística. De hecho, la tragedia de Violeta fue tener plena conciencia de su libertad, de su capacidad creativa, de lo genuino de su arte; y la impotencia frente a una sociedad machista, fascista, clasista y racista.

El Gavilán, que es la obra donde se ancla la tesis del suicidio por amor, formaba parte de un ballet llamado Gavilán, del cual habla Violeta en una entrevista efectuada por Mario Céspedes el 5 de enero de 1960 para Radio Universidad de Concepción en el Hotel Bío Bío de Concepción, varios años antes de su suicidio.

La única derrota que tuvo la Violeta fue con su entorno político y cultural que -por limitaciones de mente colonizada, sumisa y plagada de envidias- no tuvo ni la inteligencia ni la capacidad de reconocer a la mejor de las mejores creadoras que hemos conocido en el territorio, a la mejor fruta del país.

El  fascismo “naturaliza” la cultura y quiere convencernos que por estar suscritos a la naturaleza los hechos de la cultura son inevitables. Y cuando este argumento es muy poco digerible… ahí está su dios para justificar todo. De esta manera quienes tienen el poder político se des-responsabilizan de sus crueldades y abusos.

Usando esta metodología fascista la película de Wood se sirve de la canción “El Gavilán” para significar la muerte de la Violeta: agarra a una pobre gallina doméstica y se la pone a un gavilán para que la descuartice: Y ellos filmando aquello en vivo y en directo;  y nosotras mirándolo con la distancia que da la pantalla, entendiendo que eso es lo que le pasó a la Violeta con el suizo.

El film, al igual que muchos otros, pretende hacernos ser espectadoras pasivas de la crueldad. Esta escena no es un hecho de la naturaleza, sino que ha sido producida por la intervención de la mente y la mano humana, transformando el sufrimiento de un ser vivo en espectáculo. Los animales han sido puestos en “escena” por los humanos, quienes lo hacen para usar el sufrimiento como parte del espectáculo. Una vez más la ideología patriarcal miente descaradamente al encubrir los actos de los humanos como hechos de la naturaleza. Eso se llama fascismo.

Sandra Lidid Céspedes, febrero 2013.

 

 

 
 

 

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