Por Sandra Lidid
Amigas, Compañeras.
Les recomiendo hacer el ejercicio de escuchar la entrevista realizada el martes 31 de mayo 2016, al premio nacional de historia Gabriel Salazar, en el programa de la radio Universidad de Chile, Libres e Iguales, conducido por la periodista Juanita Rojas.
Más allá de la pericia del análisis histórico del entrevistado, relativa a los procesos constituyentes; o del enfoque crítico sobre la política contingente, hay un trasfondo que marca el sello indeleble del patriarcado en el historiador, y dice así:
“Yo lo asocio (el proceso constituyente) a cómo una profesora de kínder o de básica organiza con los niños una tarea, ‘mijitos, estos son los pasos que vamos a dar, vamos a hacer esto primero, después lo otro, lo de acá’, todo conducido desde arriba matriarcalmente”.
Entonces… Según la capacidad de análisis de Salazar, cuando las mujeres asumen responsabilidades, ¿todo se transforma en matriarcado?; ¿aunque la mujer ejecute acciones patriarcales, neoliberales, autoritarias?
Estas contorsiones ideológicas o mágicas no son novedad. Es común que en el relato familiar se diga: en mi casa había matriarcado. Y esta frase tan común borra de un plumazo la reproducción de los roles de dominio y subordinación que promociona el familismo. Por arte de magia debido a que una mujer se hace cargo de la familia y de mantener el orden establecido para la familia en un sistema patriarcal, toda acción que viene de ella es… matriarcal. O sea que el matriarcado vendría siendo vagina y no un sistema político.
Si bien el planteamiento de Salazar no tiene el mínimo de coherencia o de objetividad que se podría esperar de un académico -premio nacional-, nos da cuenta del sustrato ideológico que hace que la verbalización y acción política masculina sitúa a las mujeres como grupo meritorio de desprecio, sólo por el hecho de ser mujeres, no por los actos de cada una. Es en esta manera de ver sistemáticamente a las mujeres, donde se arraiga la descalificación que va desde lo verbal al homicidio, ya que no se trata de que el inconsciente de Salazar arrastró las palabras, no. Se trata de la rabia por un hecho político: el haber nacido mujeres. Rabia que es encausada contra nosotras como rebaño, como manada, como mujeres que somos.
Lo que no termina de sorprenderme es que esta irracionalidad surja desde una persona considerada “compañera”. Es como si por obra y magia, por compulsión de la mente machista, irrumpe el discurso con una irracionalidad tan absurda que transforma en una dinámica autoritaria en “matriarcal”.
A medida que escucho y vuelvo a escuchar la entrevista, voy tratando de entender por qué habla de matriarcado. El discurso completo universaliza el protagonismo histórico en masculino: los profesores, el colegio de profesores, los alumnos, los apoderados, los dirigentes, los líderes; o sea, legitima sistemáticamente lo masculino. Sólo recurre la fantasía del matriarcado cuando tiene que descalificar, ridiculizar.
Pero, el historiador también tiene una crítica para los movimientos sociales, a los que les asigna limitaciones porque, según él, su acción política está arraigada en lo testimonial. Esto quizás da para un análisis sicológico; quizás por ahí viene su rabia en contra de las mujeres, porque hemos reivindicado los espacios testimoniales, dándole a lo privado (atrapado históricamente en el secreto) el carácter de público, por lo tanto objeto de acción política. Es con el testimonio de lo privado como hemos logrado romper el silencio de la subordinación y del abuso; es desde el testimonio de lo privado, instalado en lo público, que hemos intervenido en las entrañas de la sociedad patriarcal; y es desde allí, desde donde hemos levantado nuestro proyecto político. Quizás venga de allí su rabia, quizás haya tenido miedo de verse expuesto desde el testimonio. No lo sé y la verdad es que poco me importa. Sólo compruebo una vez más, que “OJO CON LOS COMPAÑEROS”.
Sandra Lidid
Junio, 2016.
Reivindico el testimonio como un arma de lucha, de la
subalterna (o), desde una denuncia que dice NO a la situación de abuso en que se vive y que constituye el comienzo de la liberación y el principio de la autonomía Nadie me puede quitar mi testimonio;yo lo vi, yo lo escuché, es mi cuerpo, mi vida, mi historia.