Kira Maldonado
Junio 2016
Recordar a la Margarita es también examinar cómo ha sido ser feminista autónoma. En su funeral no me salieron las lágrimas ni las palabras, tenía que pasar más de un año para ponerle nombre a esa complicidad que vivimos desde el feminismo. No fue fácil ese funeral, sentir el silencio duro de unas feministas que no sacaron la voz para despedirla como ella soñó: feministas que reconocieran su hacer, declarando a viva voz que fue nuestra mentora, nuestra líder. Muchas de nosotras participamos con ella desde la horizontalidad, discutiendo sin dejar nuestra autonomía, sin hacer caso de la diferencia de clase, edad o preferencia sexual. Las discusiones fueron honestas sin pretensión de imagen o en la búsqueda del poder como sucede en la institucionalidad. Nuestras divergencias políticas podían y tenían el espacio para ser expresadas, la Pisano era una parte de nosotras, no era todo el feminismo autónomo, porque la autonomía requiere que así sea. No estuvimos de acuerdo en cuestiones fundamentales como que para ser feminista autónoma era necesario “pasar” por el lesbianismo, o que no solo los cambios desde el feminismo autónomo transitan por la búsqueda de la identidad de las mujeres, sino que también están en lo cotidiano de la calle con las decisiones políticas que nos afectan.
Nuestras similitudes estuvieron en ese deseo de libertad para todas las mujeres sin hacer diferencias, sin condiciones, aunque tantas veces se nos hizo difícil, mantener esa coherencia, pues nuestra Cultura está tan llena de amarres, que muchas veces nos cuesta reconocer a la otra en su diferencia y en su derecho a disentir, desde cualquier punto en que se encuentre: desde la guata, la cabeza o del corazón. Todo es válido, porque todas partimos desde un centro distinto, pero es en la organización en donde podemos ir armando lo que queremos, desde el colectivo. No nos sirve la guía, el liderazgo, porque nuevamente es desde la autonomía que se funda nuestro cambio personal y colectivo, es escuchando a la otra y acompañándonos es que podemos saber qué somos las mujeres de este siglo, de este país, cuáles son nuestras necesidades y qué queremos como cambios para nosotras. Para mí este espacio significó eso: la diferencia, un espacio para apreciar y tener la posibilidad de expresar lo que pienso. No me relacioné con la Pisano, llevándole el amén y eso tuvo sus consecuencias, significó que no apareciera en ninguna de las páginas de su extensa biografía, ni tampoco otras compañeras que trabajamos varios años en el taller y en la calle con ella. Aún así, respeto su trabajo con las contradicciones propias de toda ser humana, cada una de nosotras aporta una mirada , un hacer, con las limitaciones que tiene nacer en esta Cultura, nadie escapa a eso, ni la propia Pisano lo hizo y cualquier feminismo que se vaya generando tiene que ser capaz de auto cuestionarse, de dudar si efectivamente está haciendo algo nuevo , si no obedece a parte del maquillaje de lo nuevo de una sociedad que apuesta a ser renovada y moderna, pero que sigue reproduciendo el modelo de las élites para definir lo que es el arte ,la literatura, la educación, lo que es o no es el feminismo, siempre desde el centro, desde lo jerárquico ; nunca desde lo otro, la otra, desde lo que no está en el centro, desde cualquier voz que tiene derecho a la existencia.
Kira Maldonado
Junio 2016