La radicalidad del pensamiento de Christine de Pizán desde su diferencia sexual

A mi madre, en el día de su nacimiento.

Las mujeres de la librería de Milán, el año 1996, anuncian:

“El patriarcado ha de durar tanto como su capacidad para significar algo para la mente femenina”.

Yo, tomo esta frase como algo muy valioso, sobre todo, en estos años de acercamiento al feminismo radical de la diferencia[i], que he aprendido junto a Andrea durante mi formación en Feministas Lúcidas[ii]. Pensamiento que me ha conectado con la historia de las mujeres y su simbólica femenina, y Lúcidas ha sido el espacio donde he experimentado la política de las mujeres en disparidad, reconociendo el más de la una y de la otra, para transformarlo en potencialidad.

Hoy también puedo hablar a partir de mí, desde mi experiencia y en primera persona, abandonando la simbólica masculina para interpretar el mundo, lo cual significa que he tomado conciencia de mi diferencia sexual.

La propuesta política que en el espacio de Feministas Lúcidas hemos venido profundizando, y que me ha llevado a comprender que tanto, la revolución social como el actuar en contra de los aparatos del poder (o a favor), no le da mayor sentido a nuestras vidas, pues podemos pasarnos la vida vertiendo nuestras energías hacia una acción política que se disputa con y por el poder, haciéndonos perder la pista de nuestros verdaderos deseos y necesidades. Ya no me hace sentido la libertad como condición jurídica para nuestro ser “mujer liberada”, si no que la acción política, que me da y nos da sentido, es la política de las mujeres.

Estamos acá reunidas para conocer la historia y la política de las mujeres, a la vez, resignificar aquello que hemos conocido como cultura y sociedad, ¿para qué? para que nuestras existencias se anclen una genealogía de mujeres.

En esta ocasión hablaré de Christine de Pizán y su obra “La ciudad de las damas”, pero antes, conozcamos algo de su vida. Christine nace en la ciudad de Venecia, en Italia, a fines del siglo XIV en el año 1364. Hija de un importante astrólogo que trabajó para la corte del rey Carlos V de Francia. Este hecho significó que Christine durante su infancia se desenvolviera en un ambiente bastante poco común para una mujer de la época. Christine desde muy pequeña tuvo acceso a privilegios de hombres, es decir, aprender a leer y escribir, ser instruida en idiomas, asistir a grandes bibliotecas o visitar obras de arte. Sin embargo, todo aquello que recibió y la hizo una “mujer privilegiada”, desde su condición femenina, no empañó su sentido crítico y libre pensante, por el contrario, fueron estas circunstancias las que llevaron a Christine de Pizán a tomar conciencia del mundo en el que habitaba, un mundo basado en filosofías y creencias religiosas que inferiorizaban a las mujeres y las denostaban a causa de su naturaleza femenina.

Voy a citar una respuesta que escribe Christine a un libro titulado “Los secretos de las mujeres”, autor anónimo y tremendamente misógino, que habla sobre las mujeres y sus defectos en las funciones corporales:

“(…) ese libro es un puro disparate, una verdadera antología de la mentira, y para quien lo haya leído queda bien claro que no encierra ninguna verdad (…) algunos dicen que lo escribió Aristóteles, pero ¿cómo creer que un filósofo tan grande haya cometido tales dislates?- Como las mujeres pueden saber por su propia experiencia corporal, algunas cosas de este libro no tienen más fundamento que la estupidez, por lo que se puede deducir que otros puntos son tantas patentes mentiras”(sobre cómo Cristina cavó la tierra. La ciudad de las Damas).

En su proceso de toma de conciencia Christine devela la profunda contradicción que sentía frente a estos mismos hechos:

(…) yo me empeñaba en acusarlas [a las mujeres] porque pensaba que sería muy improbable que tantos hombres preclaros, tantos doctores de tan hondo entendimiento y universal clarividencia (…) hayan podido discurrir de modo tan tajante y en tantas obras que me era casi imposible encontrar un texto moralizante, cualquiera que fuera el autor, sin toparme antes de llegar al final con algún párrafo o capítulo que acusara o despreciara a las mujeres. Este solo argumento bastaba para llevarme a la conclusión de que todo aquello debía ser verdad, si bien mi mente, en su ingenuidad e ignorancia, no podía a llegar a reconocer esos grandes defectos que yo compartía sin lugar a dudas con las demás mujeres. Así, había llegado a fiarme más del juicio ajeno que de lo que sentía y sabía en mi ser de mujer (…) abandonada a estas reflexiones, quedé consternada e invadida por un sentimiento de repulsión, llegué al desprecio de mí misma y al de todo sexo femenino” (Libro I, La Ciudad de las Damas. Pág. 26-27).

Es importante destacar los sentimientos que experimenta Christine, sentimientos de rabia provocados a causa de su “ser mujer” al fiarse del juicio ajeno o lo que los hombres dicen que somos, sentirse invadida por un sentimiento de repulsión- llegué al desprecio de mí misma y al de todo sexo femenino. Experiencia que muchas de nosotras, alguna vez, hemos sentido, al negar o reprimir nuestro sentir como mujer, y que en esta cultura patriarcal se transforma en una carga o un peso del que hay que deshacerse. No obstante, Christine, con su escritura, desafía todos los postulados misóginos que promueven un desprecio generalizado hacia las mujeres, denunciando la violencia de los hombres, aunque la expresión más radical es decirse Mujer y dar autoridad a las mujeres.

Christine, en pleno siglo XV, hablará por y desde su diferencia sexual, sin temor a contradecir las palabras de los hombres que condenan a las mujeres al silencio y a la vergüenza por haber nacido con un cuerpo sexuado femenino.

Predecesora de la querella de las mujeres

Las ideas de Christine hicieron bastante eco en el mundo literario e intelectual de la baja edad media, teniendo sus obras un gran alcance (pese a las dificultades para su publicación y distribución), convirtiéndose en precursora de los postulados feministas que, posteriormente, se debatieron en la Querella de las mujeres. De esta forma, la obra de Pizán se inscribirá en la genealogía de la política y la historia de las mujeres.

Una de sus primeras obras, escrita el año 1399, “Epístola del dios del amor”, es un poemario de más de ochocientos versos, y que Christine escribe en rechazo a los falsos amores que dicen los hombres tenerles a las mujeres:

“(…) y que no se me reproche como locura, arrogancia o presunción eI haberme atrevido,

yo, una mujer, a reprehender y criticar a un autor tan sutil y a regatear elogios a su obra, cuando él, sólo un hombre, se atrevió a difamar y censurar a todo eI sexo femenino sin excepción (…) si las mujeres hubieran escrito los libros, estoy segura de que lo habrían hecho de otra forma, porque ellas saben que se las acusa en falso”.

La Ciudad de Las Damas

La Ciudad de las Damas, escrito en el año 1405, Christine hablará a partir de sí[iii] y en diálogo con tres figuras alegóricas: Razón, Derechura y Justicia. Junto a ellas, creará los cimientos y muros de esta ciudad (el libro).

Así comienza la Ciudad de las Damas:

“Sentada un día en mi cuarto de estudio, rodeada toda mi persona de los libros más dispares (…) cayó en mis manos cierto extraño opúsculo, que no era mío sino que alguien me lo había prestado. Lo abrí entonces y vi que tenía como título Las lamentaciones de Mateolo, me hizo sonreír, pese a no haberlo leído, sabía que ese libro tenía fama de discutir sobre el respeto hacia las mujeres (…) me adentré algo en el texto pero, como me pareció que el tema me resultaba poco grato para quien no se complace en la falsedad y no contribuía para nada al cultivo de las cualidades morales, a la vista también de las groserías de estilo y argumentación (…) pese a que este libro no haga autoridad en absoluto, su lectura me dejó, sin embargo, perturbada y sumida en una profunda perplejidad (…) no es que sea cosa de un hombre o dos (…) sino que no hay texto que esté exento de misoginia. Al contrario los filósofos, poetas, moralistas, todos, y la lista sería demasiado larga- parecen hablar con la misma voz para llegar a la conclusión de que la mujer, mala por esencia y naturaleza, siempre se inclina hacia el vicio”.

Es interesante reconocer en el relato de Christine un espacio propio para su trabajo intelectual, el “estudio”[iv], y que siglos más tarde nuestra querida Virginia Woolf llamará “Un cuarto propio”, espacio donde cada mujer pueda estar conectada a sus pensamientos y sentires, y pueda crear en relación a ellos. Christine, imagina una ciudad con diosas, reinas, poetas, escritoras, guerreras, beatas, nodrizas y esposas, y todas las mujeres que puedan aportar, con su presencia, la materia prima para la construcción de esta nueva ciudad de las mujeres.

“(…) excelentes y honorables princesas de Francia y de todos los países, vosotras, damas doncellas, mujeres de todas las condiciones… las que habéis muerto, las que vivís todavía y las que vendréis en el futuro, alegraos todas, disfrutad de esta nueva Ciudad, que ya está casi toda levantada, construidos sus armoniosos edificios y reunidas ya quienes en ella vivirán….yo he querido construir para vosotras un refugio de altas murallas para proteger vuestro honor, una fuerte ciudadela que os albergará hasta el fin de los tiempos”(Libro II de La Ciudad de las Damas).

Christine de Pizán desafía, al mismo tiempo que rechaza, el pensamiento tradicional patriarcal, proponiendo un nuevo orden de relaciones para las mujeres y dejando abierta la ciudad para todas aquellas mujeres que opten por abandonar el simbólico masculino, es decir, otro régimen de mediación e independencia simbólica del patriarcado. Una ciudad en que sean las mujeres la medida del mundo, sin distorsiones provenientes de un cuerpo ajeno. El sentido libre de la diferencia femenina tiene una larga historia y genealogía, pero no es cualquier historia, como dice Mª Milagros Rivera es tomar conciencia que escribir historia de las mujeres es tener en cuenta que se es una mujer.

“(…) yo sé que las malas lenguas murmurarán contra esta obra mía, alegando que si es verdad que hubo en el pasado mujeres valiosas… ¿Acaso son las mujeres las que cometen atrocidades e injusticias que aquejan al mundo?”

“(…) finalmente, a todas vosotras, mujeres de alta, media y baja condición, que nunca os falte conciencia y lucidez para poder defender vuestro honor contra vuestros enemigos. Veréis como los hombres os acusan de los peores defectos, ¡quitadles las máscaras, que nuestras brillantes cualidades demuestren la falsedad de sus ataques!… rechazad a los hipócritas que se valen de las armas de la seducción y los falsos discursos para robaros vuestros más preciados bienes, el honor y una hermosa fama. Huid, damas mías, huid del insensato amor con que os apremian. Huid de la enloquecida pasión cuyos juegos placenteros siempre terminan en perjuicio vuestro. Desgraciadamente esa es la verdad, no os dejéis persuadir de lo contrario. Acordaos de cómo los hombres os tienen por frágiles, frívolas, fácilmente manejables y en la caza amorosa os tienden trampas para cogeros en sus redes como animales esconden envenenados dardos que luego os han de doler. Alegraos apurando gustosamente el saber y cultivad vuestros méritos. Así crecerá gozosamente nuestra ciudad”.

Nosotras, las que estamos acá presentes, no nos interesa ser seducidas por la lógica de la igualdad con los hombres, tampoco el poder que de ellos y sus instituciones pueda venir. No queremos sumergirnos, nunca más, en la ignorancia de nuestra propia existencia, pues deseamos crear otra cultura, y creemos, que teniendo relaciones auténticas (no instrumentales) y practicando la política de las mujeres se puede hacer. Habitemos la ciudad que Christine pensó para todas nosotras.

*texto escrito y leído para la Jornada de Feminismo Radical de la Diferencia Intergeneracional.

[i] Ver en www.andreafranulic.cl

[ii] Espacio político que se configura con las mujeres que comienzan asistir, en el año 2014, al Club de Lecturas Feministas que iniciamos con Andrea Franulic. Esta creación, me ha significado, experimentar la política de la relación y la política de las mujeres.

[iii] Hablar en primera persona y desde su propia experiencia.

[iv] «estudio de Cristina corresponde también a una innovación arquitectónica que marcó un nuevo estilo de vida para una sociedad que empezaba a valorar Ia privacidad. Hacia finales del siglo XIV se va aislando del resto de Ias salas del castillo aI menos una cámara donde retirarse. Así atestigua, por ejemplo, en sus Memorias, escritas en 1400, una coetánea de Cristina, Leonor López de Córdoba”. En La ciudad de las damas. Introducción. Marie-José Lemarchand, 2000. Pág. 19.

 

 

 

 
 

 

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