Por Sandra Lidid
La descarada intervención del narco-imperialismo en nuestro continente, y ahora en Bolivia, no es sorpresa para nadie. Si alguna o alguno pretende negar que se trata de un Golpe de Estado travestido, ya es cuestión de cada cual, pero no puede hacerlo desde el feminismo. La verdad y el derecho a la autodeterminación son principios fundacionales del feminismo.
Hay mujeres bolivianas que desde un supuesto feminismo anarquista, comunitario, o autónomo, han participado en la campaña de mentiras y verdades a medias de la supremacía blanca en contra del gobierno boliviano.. Entre ellas, María Galindo y Ximena Bedregal igualando a Evo Morales con Bolsonaro. Acusan al gobierno de Evo Morales de extractivista, machista, etc., pero parecen olvidar que la casi totalidad de los gobiernos latinoamericanos son extractivistas y políticamente machistas. Estas y otras mujeres que se dicen feministas, silencian que Evo Morales y su gobierno se proponían la industrialización del litio (en un contrato con una empresa alemana), hecho no menos importante puesto que Bolivia posee la reserva mundial más importante; tampoco hablan de las nacionalizaciones ni del bienestar económico, acceso a la salud y educación que significaron para el pueblo boliviano. Estas “feministas” solo vieron una masa de personas pidiendo el derrocamiento de Evo Morales, a esa masa la llamaron ciudadanía, sin señalar que eran los blancos de Santa Cruz que, financiados no se sabe por quién, aunque se sospecha, se trasladaron a La Paz para dar al golpe de estado un cariz “ciudadano”. Tampoco tuvieron la decencia de denunciar el atentado que sufrió el depuesto presidente días antes del golpe, cuando aún estaba en ejercicio de su cargo.
Estas personas que hoy validan a la OEA y a otras instituciones de intervención colonial pretenden ser referente político anti-patriarcal. Por más que su instalación teatral parezca rupturista, no es más que una trasnochada y pretenciosa repetición del discurso oficial. Que reconozcan entre líneas el carácter derechista de los organizadores del golpe no basta. Ya ni siquiera el imperialismo se preocupa de encubrir que vienen por los recursos naturales. No hacer la diferencia entre agresores y agredidos es lo mismo que hace el patriarcado con la violencia hacia las mujeres. Para responsabilizar a la víctima de lo sucedido le preguntan: ¿Por qué le pegó? Por qué la violó? Cómo andaba vestida? ¿Qué hizo Usted?, o ¿Por qué no gritó? (argumento que usaron los jueces españoles para no culpar de violadores a los de la manada).
El colonialismo encubrió, bajo las faldas de curas que hablaban en nombre de un Dios inventado por ellos y para ellos, el despojo y todo tipo de crímenes hacia nuestros pueblos originarios. Luego, vino la idea del “progreso”, que fue un poco más de lo mismo, pero acomodándose al desarrollo tecnológico y a sus crecientes necesidades. Actualmente, esta idea de “progreso” viene pegadita a la idea de modernidad que incluye a mujeres y homosexuales, todo en un marco de “democracia” permisiva, pero siempre con el despojo como objetivo. Instalan palabras mágicas como diversidad, tolerancia, y todo tipo de falsedades (la alegría ya viene, en la medida de lo posible, nuevos pactos, etc.) que son cualquier cosa que pueda servir la permanencia del poder.
La tecnología y la “ciencia” en manos de los facinerosos y mafias que controlan el poder son usadas para controlar y depredar sin costo nuestros territorios. La capacidad destructiva que han desarrollado ya no puede negar la evidencia: El planeta está herido de muerte.
Por otra parte, los medios de comunicación son verdaderas empresas publicitarias del narco-imperialismo que transforman el sufrimiento en espectáculo y la resistencia de nuestros pueblos en actos ilegítimos, bastardos, marginales. En fin, la idea es poder reducirnos, aislarnos y si es necesario, asesinarnos en caso de que sea necesario para mantener el despojo.
A fines de los 80 y principio de los 90 el imperialismo y sus lacayos locales comprendieron muy rápido que el feminismo se vislumbraba como un movimiento social potente, por lo que había que intervenirlo. Lo hicieron a través de la cooperación al desarrollo y sus proyectos instalando la jerarquía en el movimiento: reconoció a algunas y las definió expertas, ellas a cambio obtuvieron estatus y dinero, “las regalonas del patriarcado” las llamó Margarita Pisano. Las otras se transformaron en “beneficiarias” de talleres, de capacitaciones, de escuelas de dirigentas. Antes de eso éramos compañeras todas.
Solo me queda decir que me alegro profundamente que ese tipo de feminismo no existiera en Chile cuando el fascismo dio el golpe contra el presidente Allende y contra el pueblo de Chile. Habría sido muy duro que supuestas compañeras de ruta usaran, en aquellos momentos de terror fascista, los errores del presidente Allende para darle un barniz de necesidad democrática a los crímenes, las persecuciones y el despojo que sufrimos.
Lamento profundamente que desde el feminismo haya quienes se atrevan a travestir un Golpe de Estado en una necesidad institucional democrática. Me parece que es el momento de decir, En Nombre del Feminismo NO. Ya no se trata de diferencias políticas, se trata de traiciones, de haber estado agazapada esperando para dar el zarpazo en el momento de mayor fragilidad del pueblo boliviano; de apoyar y querer ser reconocida por el fascismo patriarcal narco-imperialista, representado hoy por su cara más abominable: el cinismo como arma política.
Noviembre, 2019.