Por Sandra Lidid.
Otoño, 2019
El feminismo es el espacio político desde el cual algunas mujeres desarrollamos y organizamos nuestro proyecto de sociedad y cultura. Es un lugar que queremos libre de la ideología patriarcal, libre de la jerarquía que viene con la ideología patriarcal, libre de la violencia que impone la jerarquía patriarcal, libre de la institucionalidad patriarcal. Este lugar desde donde las mujeres hacemos política anti patriarcal, está situado en la sociedad contemporánea. Y si bien nos ilumina nuestra historia de mujeres, también iluminamos el futuro luchando desde nuestra condición y consciencia por una sociedad justa, no patriarcal y todos sus derivados. Es desde ese eje/luz: pasado, presente, futuro, desde donde nos convocamos las feministas autónomas.
Cuando el patriarcado entra en crisis, recurre a las mujeres, ya sea para reemplazar a los hombres que partieron a la guerra; para hacer el trabajo sucio de mantención del sistema, para bajar los costos de producción o para “proteger” sus “valores”. Siglos de resistencia de las mujeres han dado frutos y el patriarcado lo sabe, lo siente y lo resiente, entonces nos sugiere variantes como diversidad, igualdad, participaciones varias, representatividad, en fin, un camino en el marco de la institucionalidad que acomoda a los poderes patriarcales. A esa perspectiva política que se arraiga en algunos grupos de mujeres es lo que llamamos “feminismo posmoderno”. Este feminismo se expresa en demandas al poder institucional.
Desde que hombres y mujeres chilenas organizadas y en resistencia a la dictadura, lograron sacar al dictador, son muchas las veces (sobre todo en períodos pre electorales) que las organizaciones sociales, de mujeres y otros, han participado en comisiones y grupos de discusión para señalar las demandas sociales a “la democracia”. Actualmente, como fruto de los movimientos sociales, han llegado algunos “representantes” al laberinto legislativo. Desde allí en una “diversidad” política que va desde los liberales, pasando por los de centro y llegando a los de izquierda, todos feministas ahora, balbucean demandas y propuestas que pasan por la moledora fascista y aterrizan en un pueblo desorganizado, sin capacidad de asombro ni de reacción.
Usando el feminismo para conservar el patriarcado
Con mucha “alegría” la ideología narco-imperialista (1) llegó para borrar lo avanzado por el feminismo en la historia de la liberación de las mujeres. Un ejemplo de ello es la instalación del duopolio femenino-masculino. Hoy, gracias a la intervención de la cultura narco-imperialista, un ser humano puede ir “con toda libertad” desde lo masculino a lo femenino, como si fuera el sello de la liberación humana. El patriarcado nos propone como ejercicio de libertad contemporánea, moderna el ir de uno a otro, transitar “libremente” de lo femenino a lo masculino. Ambos conceptos en los que el patriarcado se ha construido como sociedad y cultura. Este duopolio no solo garantiza una la verticalidad del mando, o la jerarquía patriarcal como lo ha señalado el feminismo; sino que maneja nuestras vidas y el destino del planeta desde una perspectiva utilitarista que, a ojos vista, nos niega la posibilidad de sobrevivencia.
Para hacernos olvidar nuestra capacidad humana de cambiar la sociedad y la cultura son muchos los recursos que usan los que están en “situación de poder (2)”: la ayudita de dioses varios, las guerras, las campañas publicitarias y un laberinto institucional “perfectible”. La ideología narco-imperialista está allí para eso. Han difuminado (3) nuestra historia a punta de palabras “modernas”: de pueblo pasamos a gente; de resistencia a resiliencia; de solidaridad a caridad; de diferencias a diversidad y frases tan ridículas como “en situación de”… Todos estos desvíos conceptuales para hacernos olvidar que tenemos historia, que podemos y debemos ser protagonistas de un proyecto político. En esta manera ir incorporando un neo lenguaje hemos ido entrando en el camino que nos señala el patriarcado como único posible. Es el fin de la historia, ahora somos objetos inertes, chan, chan.
En este proyecto de transformarnos en cosas que se compran y se venden, también intervienen nuestros cuerpos con cirugías “estéticas” y toda una parafernalia de movimientos corporales, medicamentos y objetos dedicados a “mejorar” la imagen, básicamente de las mujeres, como una expresión de libertad y felicidad. Como dice Victoria Sendón de León…”Pero ahora hemos pasado a métodos más brutales que atacan directamente al cuerpo y a la salud”.
La ideología narco-imperialista es la expresión desenfadada de la violencia sin límites para ejercer dominio sobre los cuerpos y territorios y está anclada en el desarraigo total hacia nuestro mundo, hacia nuestra gente, hacia nuestro planeta, hacia todo lo que se mueve. La narco-ideología imperialista le ha puesto precio a todo, inclusive a los vientres de las mujeres, que hoy día se venden y se compran en aras de la satisfacer la “necesidad reproductiva” de quienes pueden pagarla. Nuestros cuerpos, nuestras almas se venden cual novela de terror. Pero no se trata de una novela, sino que de la normalización del horror que incluye un simulacro de libertad artística, donde los contenidos vienen diseñados como modas, identidades, libertades, gustos, etc.
Al apoyo de esta ideología narco-imperialista, están los medios masivos de comunicación, controlados desde las multinacionales, corporaciones y los delincuentes que manejan el enjambre.
Y como mujeres y hombres vamos reaccionando y entendiendo el sistema terrorífico actual, en el último período, vemos que en medios de propaganda fascista comienzan a rearmar su discurso señalando a los sectores populares como portadores de lo que ellos ahora llaman la “narco-cultura”. La verdad es que las pobres y los pobres del campo y la ciudad solo son recipientes desamparados de la basura de la ideología narco-imperialista. Hasta ahora no hemos visto a las familias de los que están en “situación de poder”, en las cárceles, organizándose en bandas, o trabajando en el “comercio sexual”, como llaman a la prostitución. Ellos tampoco usan el tatuaje, símbolo de identidad carcelaria; ni bailan el reggaetón, ni cruzan mares y territorios para huir de guerras y hambrunas. No, esas cosas son para el populacho, para los “flaites”, como dicen ahora.
Nosotras, las mujeres, y en especial las mueres feministas, no estamos fuera del caos patriarcal. Es por eso que debemos tener claro que cuando los horizontes y límites de nuestra liberación; cuando el marco de nuestra acción política están definidos desde la ideología dominante, no estamos en un proceso de liberación de nada.
NOTAS
1.- Ideología narco-imperialista.
Narco, porque normaliza la destrucción y autodestrucción como modo de vida.
Imperialista, porque es un proyecto político, basado en el despojo, que promueven las corporaciones que hoy controlan la institucionalidad regente a través de sus medios de propaganda comunicacional.
2.- Situación de poder.
Otra de las novedades pos-modernas es no llamar a las cosas por su nombre. Pero esto no es neutro, tiene como objetivo político hacernos creer que existe la posibilidad de trasvasije social.
3.- Difuminar.
Frotar con el difumino las líneas y colores de un dibujo o un pastel para que pierdan nitidez y exactitud y crear así sensación de movimiento y perspectiva.