Algunas reflexiones sobre el movimiento feminista y la experiencia de ser mujer

Por Sofía, estudiante de la Facultad de Matemáticas- Universidad de Chile

 

Las mujeres no somos poseedoras de ningún lugar y ningún lugar fue hecho para ser habitado sólo por mujeres. Nosotras, las mujeres feministas, sabemos las consecuencias que esto ha generado en nuestras vidas: nos separamos de nuestras madres, nos separamos de nuestras abuelas, y pronto, nos separamos de todas las otras. Entonces, cuando no compartimos nuestra experiencia de vida con esas otras mujeres, creemos que todo lo que nos ocurre pasa por accidente, y que no se debe a que nacimos y existimos en un cuerpo de mujer. Nuestra existencia se vuelve un horrible accidente. Las miradas de los otros, las palabras de los otros, y el tacto de los otros se vuelven un horrible accidente. Pero luego, la experiencia de una mujer se encuentra, y no por accidente, con la experiencia de otra mujer. Y es ahí cuando entendemos que todo lo que nos ocurre se debe a que habitamos un cuerpo de mujer. A raíz de ese nuevo entendimiento, buscamos un espacio para compartir nuestras vivencias de mujer, para conversar sin temores, y para encontrar nuevas formas de aprender.

Durante la movilización feminista que se vivió en Beauchef, muchas mujeres buscábamos ese espacio. Alejado de las miradas de los otros, las palabras de los otros, y el tacto de los otros: un espacio de seguridad y confianza. Sin embargo, ningún lugar fue hecho para ser habitado sólo por mujeres. Este lugar, la movilización feminista, es un espacio que nace y pertenece a las mujeres, pero que quiere ser habitado por todos, porque las mujeres no somos poseedoras de ningún lugar. Primero, quiere ser habitado por los hombres homosexuales que parecen representar a toda la disidencia y a quienes el patriarcado (o sus congéneres) ha tratado terriblemente. Segundo, quiere ser habitado por los colectivos políticos, pues las luchas pasadas ya no son tan atractivas como esta. Y así, con el recalcitrante deseo de habitar nuestro espacio, nos quitaron el único lugar en la facultad que era para nosotras. Y lo habitaron de aquella manera en que los hombres saben habitar los espacios,  imponiendo y conquistando. Imponiendo no sólo su forma de hacer política, también sus objetivos, y con ello, el movimiento feminista giró su centro desde las mujeres hacia la consigna de la educación no sexista, porque mientras más amplia la bandera, mejor.

Así, bajo las estrategias y formas características de los colectivos políticos masculinizados, nos vimos invisibilizadas como mujeres. Porque bajo la mirada de algunos, hay temas más importantes para esta movilización que los que salen de la propia boca de las mujeres. Porque conversar de nuestra experiencia de vida, compartir nuestros dolores, entender lo que somos, y así, definirnos, no es tan importante bajo los ojos de los que saben lo que son. Y creo que por eso es tan necesario que este movimiento sea sólo de nosotras. Porque quizás queremos conocernos a nosotras mismas antes que al mundo. Porque quizás queremos aprender de nuestras antepasadas antes que de su política. Porque quizás no queremos que nuestra revolución tenga la misma forma que sus revoluciones. Porque quizás nosotras queremos crear, desde nuestros pensamientos y emociones, el camino que seguiremos como mujeres feministas.

Y yo me pregunto, si el movimiento de los negros es de los negros y el movimiento de los proletarios es de los proletarios, ¿Por qué al movimiento de las mujeres todos se sienten convocados? ¿Por qué todo es importante, menos nuestros sentires? ¿Por qué todo está dicho, y no por nosotras? ¿Por qué aún en un movimiento feminista, yo no encuentro mi lugar?

 

 

 

 

 

 

 

 



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