No olvidamos la sorpresa del encuentro entre “los de arriba y los de abajo”, el saber que no éramos ajenas,
No olvidamos el histórico abrazo solidario de los pueblos, los aplausos y gritos de alegría del territorio, los sacudones que nos daba el corazón porque no estábamos acostumbradas al reencuentro.
Tampoco olvidamos que todo, todo lo pagamos con asesinatos, mutilaciones y agresiones sexuales y raciales.
Éramos todas y todos delincuentes.