Entrevista realizada por Jessica Gamboa Valdés @insu_jeka
Transcripción: Sandra Lidid Céspedes
Edición: Sandra Lidid Céspedes y Jessica Gamboa Valdés
Julio, 2020.
Ariel y Han, las mujeres de Detransición Chile
Ariel tiene 28 años, hija única de una familia muy conservadora, con padre y madre cumpliendo los roles de género. Su madre fallece cuando ella tenía 18 años. Actualmente, vive con su padre y con Han, su pareja. Es profesora de inglés, lesbiana y feminista. Trabaja de forma no remunerada como voluntaria en proyectos de educación con niñas/os en riesgo social, en instituciones colaboradoras del SENAME.
“Me encanta ser voluntaria, me desempeño como profesora chasquilla, porque hago historia, matemáticas, a veces inglés, ciencias… y trabajo por decisión propia, justamente, porque no llegan profesores”.
Han tiene 21 años, creció en una familia de mujeres (mamá y hermanas). Actualmente estudia Técnico en Enfermería, está en primer año y se define como una mujer lesbiana y feminista; aunque le falta mucho por aprender sobre feminismo, reconoce que gracias al acceso a la información que el feminismo le entregó pudo tomar la decisión de no seguir con la transición y “aceptarse tal cual es”.
“siempre me he considerado lesbiana, antes no, pero siempre lo he sido, desde que tengo memoria, siempre me han gustado las mujeres… también me considero feminista, y eso me ha ayudado a liberarme de muchos pesos y muchas mochilas que andaba cargando desde que inicié la transición”.
Actualmente viven juntas, con el padre de Ariel. Se conocieron en el año 2016, cuando se estrenó en Chile el documental sobre la infancia trans, “Niños rosados, niñas azules”. En ese documental Han cuenta su experiencia como Daniel. Al año siguiente del documental volvieron a comunicarse; hablaron algunos meses por whatsapp antes de juntarse para ir al cine. van a cumplir 4 años juntas. Actualmente trabajan en el proyecto DetransiciónChile.
¿Cómo surge esta idea de hacer pública la detransición y hacerla un proyecto político?
Ariel -Yo comencé con el proyecto, y le pedí a Han que me ayudara porque es importante que las niñas puedan vivir mejor. Nosotras sufrimos y otras niñas también al ser estereotipadas. A pesar del acoso de la comunidad trans, seguimos con nuestras entrevistas para dar a conocer que detransicionar es ser una mujer libre, libre de estereotipos, libre de roles, ser libre. Desromantizar la infancia trans también, por eso quisimos hacerlo público. Queremos un mundo mejor para las niñas y para las mujeres que también somos nosotras, mujeres.
Han -Para mí es ayudar a hacer un mundo mejor para las mujeres. Por lo mismo. Tenemos que luchar para que las futuras generaciones de mujeres tengan un lugar, el que se merecen y poder estar bien. Que ya no se vea que ser mujer es malo.
¿Qué incidencia tiene el feminismo en este proyecto?
Ariel -El feminismo nunca nos va a decir lo que tenemos que hacer. El feminismo llama a cuestionar y nuestra organización también. Cuestionarnos qué lugar en el mundo le estamos dando a las niñas. Nosotras ya estamos grandes, pero a las niñas hay que darles referentes, hay que hacerlas sentir que no son “carne, o un objeto”, que ser mujer también es bonito, es ser profesora, es ser médica.
No es pedir un privilegio, tampoco es ser igual a un hombre. Es ser libre. Que todas podamos estar juntas y querernos y que no tengan que recurrir a quitarse sus senos, quitarse su útero u odiarse. Al contrario, amarse, cuidarse. Ese es el motivo por el cual lo hicimos público.
El proyecto va dirigido a concientizar sobre los estereotipos de género para las niñas, para las mujeres, ¿cómo se conecta con sus vidas o su infancia?
Han -Desde muy pequeña pasaba mucho tiempo sola, mis hermanas estudiaban y mi mamá trabajaba mucho, mucho. Casi no estaba en la casa debido a que, si no trabajaba, no había qué comer. Era mamá soltera, muy joven, con 4 hijas. Ahora, más adulta, entiendo que mi madre hizo lo que pudo. Cuando entré al colegio sufrí mucho bullying; entonces no tenía ese afán de ir al colegio como a lo mejor lo pueden tener otros niños.
Ariel -Yo tuve una infancia muy bonita, con buena situación económica gracias a mis dos papás, aunque también mi familia era de las que les gustaba mucho aparentar. Mi papá siempre fue alcohólico y mi mamá justificaba muchas de sus actitudes. Aunque, él nunca fue violento conmigo, al contrario, muy cariñoso, muy amoroso, si lo era con mi mamá. Yo creo que de ahí parte esa rabia hacia mi mamá. Me costó mucho disculparla. Ella lo defendía, entonces ella era mala porque me dejaba ver esto, ella lo permitía.
¿Qué impacto tuvo la heterosexualidad obligatoria en sus vidas?
Han -En la infancia tuve un intento de suicidio porque era considerada marimacho, lesbiana y todo lo que se puedan imaginar que le dicen a una niña lesbiana “masculina”. Había algunos profes que eran más empáticos, otros no. Eso influyó mucho para que yo quisiera transicionar y no sufrir palabras hirientes, sumamente violentas (1).
La palabra lesbiana la descubrí muy chica, era cómo me hacían sentir, como una mujer que fuera casi como un hombre. Me lo dijeron como un insulto y de ahí que generé un rechazo hacia el lesbianismo, la lesbofobia, la misoginia.
Ariel -A los 12 o 13 años comencé a darme cuenta de que era lesbiana y comienzo a esconderlo. Mi mamá tenía amigos homosexuales a los que quería mucho; pero no quería a las lesbianas, y decía: “ay, estas mariconas, que asco”, “estas marimachas”, “las camionas”. Entonces aprendí que ser lesbiana era feo. También a los 12 o 13 conocí a las lesbianas sexualizadas, la lesbiana para los hombres, con la pornografía entendí que era una lesbiana. Cuando falleció mi mamá comienza mi liberación, lamentablemente comienza con la transición.
A los 15 años comencé una relación con un hombre. Duró 7 años, hasta los 20 y tantos cuando entré a la Universidad. Me da mucha pena porque sufrí humillaciones, hipersexualización, abuso sexual. Fue una violencia terrible.
A propósito de la pubertad, cuando empieza a cambiar el cuerpo, crecen los senos, llega la menstruación. ¿Qué sucede con ustedes en esta etapa de la vida?
Han -Me lo tomé horrible, muy mal. Cuando empezaba mi pubertad, se marcó mucho mi cintura, me empezaron a crecer los pechos; tenía cuerpo de una mujer, de una jovencita y cuando empezó a suceder eso vino el rechazo real. Te vas dando cuenta todo lo que conlleva ese proceso, que te miren, que te acosen o te griten cosas en la calle. Lo había visto con mis hermanas y sabía que esto también me podía pasar. Yo creo que eso fue lo que detonó que a los 12 o 13 años, dijera: “mamá, ¡quiero ser hombre!”.
Ariel -Mi familia me hacía ver que era bueno que los hombres se fijaran en mí, entonces, para mí la pubertad, con 12 o 13 años en vez de ser mala era buena, porque me estaban aprobando. Yo fui del estereotipo de “niña bonita” y como era muy pechugona, tuve una hipersexualización… y empecé a competir, tengo que tener el pelo largo, tengo que depilarme, maquillarme, tengo que estar más delgada y me llevó a un problema alimenticio.
¿Cómo comenzó la cercanía con “lo trans”?
Han -Busqué en internet “no me siento mujer, me siento hombre, pero soy mujer”. Fue muy fácil, la información estaba ahí. Y fue, “okey, esto es lo que soy”. Me apareció un montón de información sobre las operaciones, las hormonas… fue como una puerta que se abrió totalmente como “por aquí, este es mi camino y por aquí voy a seguir”, así de simple.
Ariel -Yo busqué “lesbianas, gays, bisexuales, trans”. “¡Ah!, trans se parece más a lo que yo soy”, algo así. Yo decía, “no puedo ser gay, porque no soy hombre”, “no quiero ser bi porque no me siento bi”, “lesbiana menos, que asco”. Ese era mi pensamiento, entonces dije “trans”.
Después de haber descubierto la información e identificarse con lo trans, ¿le comentaron a alguien? ¿Cómo siguieron con la idea de la transición?
Han -En ese entonces no tenía una buena relación con mis hermanas, no tenía a quien contarle, porque amigas tampoco tenía, amigos menos. La única que yo veía como un soporte, que realmente me daba la confianza para comentárselo, era mi mamá. Ella me dio siempre mucho cariño, mucho amor, mucha atención. Tenía mucho miedo, entonces le escribí una carta, le dije que no me sentía niña, que me sentía hombre. Mi mamá pensaba que se iba a pasar, que era un tema de la edad. Me seguí informando e hice que ella leyera cosas, traté de meterle información a la fuerza (risas), -“ah ya, otra vez con esto”-, decía. Igual leía, me prestaba atención, me escuchaba. Llegó un momento en que dijo: “parece que esto no es nada de la edad y voy a tener que hacer algo. Jodí, me salió trans el cabro chico”, como decía ella, “es lo que hay que hacer, hay que ayudarla no más”.
En mi familia éramos puras mujeres, teníamos escasos recursos, estábamos apenas… yo me daba cuenta de que los vecinos, las familias que estaban alrededor y tenían hombres en la casa, tenían una estabilidad económica mejor que la de nosotras. A la larga eso influyó mucho en creer que si hay un hombre en la casa va a haber felicidad automáticamente, aparte de que ser hombre era lo más bacán y genial del mundo. Ser hombre significa tener dinero, ser libre de hacer lo que le plazca, poder estudiar y poder trabajar en lo que uno quiera. En cambio, ser mujer era tener que ser ama de casa, tener que estar con un caballero que a lo mejor ni siquiera quiero y tener hijos; tener que depender de un hombre, depender de alguien económicamente. Yo veía el sufrimiento de mi mamá, veía eso y decía “no quiero ser así”. Eso me llevó a querer ser hombre. Porque para mí ser hombre es tener una vida asegurada y cómoda, eso, por una parte.
Por otra, me decía: “juego con autos; me gustan las mujeres; uso el pelo corto, ropa más ancha, más cómoda; juego a la pelota, ando en bicicleta, echo carreras”. Cosas que automáticamente te convertían en un niño, me acercaba mucho al estereotipo masculino. Tenía la idea falsa de que había nacido con un cuerpo equivocado o tenía un cerebro distinto, barbaridades que aprendí en internet.
Entonces, uniendo lo de mi familia, los estereotipos y los roles de género, mágicamente apareció mi transexualidad y dije, “ya perfecto, voy a ser hombre y voy a serlo porque así me siento”. A los 12 años me identifiqué como chico trans, luego a los 13 años comencé a vivir como tal.
¿Cómo llega la transición a ser algo definitorio para sus vidas?
Ariel -Yo transicioné mayor, a los 23 años, más o menos, cuando conocí a personas homosexuales en la universidad. Ahí comenzó una liberación, pero no como lesbiana. Le tenía fobia a esa palabra, nunca me declaré lesbiana. Era cualquier cosa, menos lesbiana. Había salido de una relación heterosexual tóxica, luego empecé una relación con un chico gay. Fue una relación de apoyo, porque él me acompañaba, me aceptaba como era y yo lo aceptaba a él tal cual. Ese cariño hacia él me hizo cuestionarme, dudar, “¿quizás soy hombre?”. “Si me gusta un gay ¿quizás soy hombre?”. “Estoy saliendo del estereotipo femenino, ¿quizás soy hombre?” Y como tenía hirsutismo, justifiqué mi transexualidad en el hirsutismo, muy ignorante de mi parte. Además, mi papá era mi ejemplo. Usaba sus perfumes, me gustaban las cosas de hombre, veía a mi papá como un modelo. Yo no quería a mi mamá, quería a mi papá y por eso quería ser como él. Justifiqué también la admiración por mi papá como parte de la transexualidad.
En ese sentido, traté de encajar mi experiencia para justificar una transexualidad. Busqué lo que había que hacer para ser trans y me volví trans, y cuando una es trans, no es lesbiana. Si yo me volvía un chico trans, iba a ser hétero… o iba a ser gay, pero no iba a ser lesbiana, por eso quería ser trans. Y en Chile, ser trans es fácil, es fácil volverse hombre.
Han -En mi caso, el bullying y los problemas que tuve en el colegio con las personas adultas, los docentes, la directora. Una psicóloga jovencita fue la que más me ayudó. No iba al colegio por el bullying que me hacían porque era lesbiana y después me iban a molestar por ser trans. Eso me llevó a no querer ir más al colegio, a aislarme totalmente, a no prestarle atención a los estudios. Por esa razón estaba con riesgo de perder el año escolar, y denunciaron a mi mamá porque supuestamente estaba vulnerando el derecho a estudiar. Vinieron los problemas judiciales, incluso dijeron que me estaban metiendo cosas en la cabeza con “ser trans”. Se analizó mi caso y me enviaron al Movhil, y del Movhil me fueron derivando a distintas instituciones. Por último, llegué a la OTD y ahí seguí mi camino como trans.
¿Qué es OTD?
Ariel -OTD es Organizando Trans Diversidades.
Han -Conocí personas que ya habían hecho su transición, un activista muy conocido en Chile. Me dije, “¡wuau, es genial, él lo pudo hacer, lo logró!”. Fue como una inspiración total y, justamente, fue uno de los que me ayudó en el proceso judicial que tuve que pasar por el colegio, que yo tratara de continuar mis estudios. Él también había estudiado para ser abogado, entonces tenía todo un ejemplo para hacerlo.
Ariel -Yo hice todo por privado. Fui a una psicóloga para obtener el pase para tener hormonas. Le dije simplemente, “¡soy trans y necesito las hormonas!”. Ella no sabía nada al respecto. Me dio terapia como 2 veces a la semana y después me dijo, “¿Sabes qué? Me voy a ahorrar esto, porque es pura burocracia”, me lo dijo literalmente, “así es que te voy a dar el papel para que vayas a la endocrinóloga”. Al mismo tiempo le pedí la interconsulta al psiquiatra, que también debe darte un pase para las hormonas. Entonces ya tenía los dos pases. Con la endocrinóloga hice lo mismo, “soy trans y necesito las hormonas”, hasta sabía que se llamaba nebido. Me dijo, “ya perfecto, ¿tenís los pases? Le dije, “sí, ahí están”. Me pesó, me dio la receta y me empecé a hormonar. Así de fácil.
¿Cuánto dinero invierte un chico o una chica trans para iniciar su transición?
Ariel -Si uno va a la OTD, derivan a sus propios psicólogos y psiquiatras. Si uno va al sistema privado, tiene como el arma de doble filo, si esa persona va a aceptar que tú eres trans o no. De todas formas, tienes que ver un psicólogo y un psiquiatra. Ahí ya van 2 especialistas que hay que pagar. Estos 2 especialistas dan el pase médico que indica que eres una persona apta, que tú estás consciente de tu transexualidad. Luego, el endocrinólogo te envía hacer exámenes de sangre, niveles de estrógenos, la glucosa. Entonces, hay que costear el remedio, que son 100 mil pesos cada 3 meses y seguir yendo al psicólogo, al psiquiatra y al endocrinólogo, para que te vaya viendo los niveles. Porque un chico trans no puede tener sobrepeso e inyectarse el nebido. El nebido te causa problemas al hígado porque, obviamente, es testosterona en un cuerpo que no produce testosterona. Por esto nos funaron la página, por decir la verdad. Si una consume este remedio, el nebido, te produce daño a los ovarios; si lo consumes entre 3 a 5 años, tienes que hacerte la histerectomía, que es sacarse el útero y los ovarios, porque eso te produce quistes.
¿Uds. alcanzaron a operarse?
Ariel -No. Agradezco haber parado.
Han -No, yo tampoco.
¿Para cada medicamento necesitas una autorización distinta?
Han -No, la receta que da el endocrinólogo es por un año. No sé cómo será ahora, pero al menos cuando yo estaba en tratamiento tenía que ser actualizada al año, y firmada por el endocrinólogo.
A medida que este “sueño” comienza a hacerse más real y una vez que iniciaron la transición, ¿qué cambios experimentaron a nivel emocional y físico?
Ariel -Es el cielo, porque tienes todos los privilegios.
Han -Pasas de estar preocupada, a no tener miedo de que te traten en femenino. Entonces la hormona es un alivio a todo, cambia la voz, los vellos; se te engruesa más la cara, te crece la manzana… como empiezan a desarrollarse más esos rasgos masculinos, da tranquilidad; una paz de no tener que estar pendiente del resto; el bienestar en el sentido de que me parezco más a lo que quería; ya no tienes tanto rechazo hacia el cuerpo como antes, pero obviamente esa supuesta tranquilidad no se consigue hasta que uno no se logra operar.
Ariel -Por ejemplo, cuando yo iba a carretear, a tomar cerveza con mis amigas en el barrio universitario, “El Bella”, siempre estaba perseguida: que este tipo me mira, que me van a seguir… Pero cuando comencé con la hormona podía carretear tranquila; me emborrachaba y no me importaba porque era un hombre. Entonces yo tenía privilegios que como mujer no tenía. Es el cielo. Es caminar en la calle tranquila, o bajar de la micro a las 4 de la mañana y caminar a mi casa. Porque ¿qué pasa cuando uno es mujer?, te asaltan y te tocan, te violan. Entonces yo ya no tenía ese miedo. Pasas a ser un hombre con todos sus privilegios, te ves como un hombre. Todo es más bonito.
Han -Los primeros cambios… fue más vellos en el cuerpo, mi clítoris creció mucho, considerablemente (risas), el cambio de voz vino mucho después. Yo demoré unos 3 meses en cambiar la voz un poco, solo un poco. Ya a los 6 meses se me notaba la voz un poco más ronca, un poco más baja, más grave de lo que ya la tenía antes. Y la libido subía mucho, el deseo sexual, porque claro, inyectarse testosterona cada 3 meses es bastante.
Ariel -No hay más regla a la segunda inyección, a los 6 meses.
Han -A los 6 meses aproximadamente se acaba la menstruación. No totalmente, pero se acaba como tal, solo manchas no más, al año ya se acaba. Se ensancha la nariz… Empiezas a tener rasgos masculinos.
Ariel -Los cambios negativos, se me cayó el pelo.
Han -A mí se me hicieron entradas.
Ariel – Cambia el flujo vaginal. Por ejemplo, el olor vaginal era muy asqueroso, por el medicamento. Era un olor como a paracetamol; y el olor de la orina… y el olor corporal.
Han -También, se notaba que era como un olor, no de sudor normal como el que tengo ahora, sino como químico, extraño.
Ariel -Es muy chistoso esto, porque van saliendo caprichos cuando uno va cambiando, y es mi crítica a la comunidad trans. No todos, pero la gran mayoría compite, “tengo las hormonas, luego “la mase”, que es la masectomía. Todo se convierte en un gasto. Tú también vas compitiendo, porque va aumentando la ansiedad al ver que tu amigo tiene la operación y tú no, y más te acomplejas. Entonces, a la larga se vuelve un gasto porque cambias tu ropa interior, un chico trans va a querer cambiar su ropa. No es me hago la hormona y eso no más, después hay que comprar para afeitarse, los bóxer…todo se vuelve un gasto tremendo. Y cuando no tienes el dinero, sufres más.
Han -Más ansiedad, más depresión…
Sabemos que se vieron por primera vez en el documental del año 2016; luego inician una relación amorosa. ¿En qué momento se produce esta crisis con su transición? Si todo estaba aparentemente bien, ¿qué la gatilló?
Han -Yo empecé a escuchar de feminismo radical. Gracias a eso yo me pude dar cuenta de muchas cosas, por ejemplo, del tema de los roles de género, los estereotipos de género, cómo la mujer había sido oprimida a lo largo de los tiempos. Comencé a cuestionar cada cosa, el tema del machismo, todo eso. Entonces llega un punto en que tú dices, “esto tiene mucho sentido y no lo puedo rebatir, no tiene nada que lo pueda destruir porque es cierto, todo es verdad”. Te das cuenta del origen del por qué uno quiso transicionar y ahí el quiebre de decir, “creo que hice mal” o “me equivoqué”. Claro, porque si a mí me hubieran dicho que no era malo ser mujer, que se podía ser mujer como yo soy ahora, que no teníamos que depilarnos, que no teníamos que encajar.
Ariel -Que podíamos ser lesbianas….
Han – Claro, que ser lesbiana no era malo. Que ser lesbiana “masculina”, como le llaman, tampoco tiene nada de malo, quizás no hubiese transicionado. Quizás hubiese tenido cambios, pero no como los que tengo hoy en día. Entonces, hubiese tomado caminos más saludables para mí.
Darte cuenta de que a la edad que yo empecé uno no le toma el peso al cáncer, o a los problemas que pueda tener las hormonas o las operaciones. No le toma el peso de lo que puede ser a futuro; que a lo mejor en ese momento no quería tener hijos, pero ahora sí. Si yo me hubiese sacado el útero, probablemente hubiese sufrido mucho ahora, porque ahora sí me gustaría tenerlos. Entonces, son muchas cosas que, a la edad de 12, 13, 15, 16, incluso 18 años, uno no tiene el razonamiento suficiente para decir: “quiero esto y no me voy a arrepentir”.
Ariel –A Han los médicos le omitieron información, también partió ahí. Yo, por ejemplo, duré un año con las hormonas, o sea 4 inyecciones, porque ya logré mis cambios, no me inyecto más. También asumo que empecé a decirle a Han…
Han -Me empezó a informar…
Ariel – Dije, “mira cariño eso está malo… si tú te sigues inyectando. Si yo lo amo, si la quiero, si de verdad es mi pareja, ¿realmente le voy a estar dando algo que lo está destruyendo? ¿Ese es realmente el amor trans que quiero tener por ella?
Han -Incluso antes de conocer el feminismo, ella me estaba diciendo, “oye, está mal esto…”
Ariel -Porque también nuestra sexualidad era muy limitada. Éramos dos hombres, dos gays; y él era muy abusivo conmigo, porque tomaba ese rol como de hombre. Entonces, como entre hombres se puede como abusar, él empezó a abusarme. Y yo dije, “se está repitiendo la misma porquería que me pasó con un hombre hétero”, era lo mismo. Y como yo en el fondo sabía que él era mujer, porque es mujer, le dije, “sabes que no, yo tengo que ayudarte; estás cometiendo un error”.
No quise decirle ¡Ándate!, no. Lo ayudé e insistí, “mira Han, lo que estás haciendo es porque piensas que eres hombre y me estás lastimando”. Y ahí Han empezó a darse cuenta de la violencia. Porque para nosotros era una violencia normalizada, porque éramos dos hombres. Yo lo empujaba y él me empujaba de vuelta, eso no puede estar bien…
Éramos dos hombres gay, entre comillas. Yo tomaba el rol pasivo, por decirlo así, como la que recibía; él hacía violencia conmigo, porque él era el activo. Tal cual en una pareja hétero. Adoptamos roles de homosexuales. Porque tenía que ser así, porque éramos “hombres”, y los hombres son así. Nuestra dinámica de pareja, por ejemplo, no era una sexualidad plena, Han no se dejaba tocar el pecho, tenía sexo con ropa; no era una comodidad para mí, ni para él tener sexo con su pecho apretado o no mostrar sus senos. Se puede sentir pudor, pero no dolor, no con una faja.
Ahí comienza el cuestionamiento que me daban las radicales. Voy a aclarar: ninguna radical nos obligó a detransicionar; ninguna radical nos dijo que lo que estábamos haciendo era malo, ni que éramos tontas. Lo único que ellas me dijeron fue: “cuestiónate lo que estás haciendo”; “pregúntate, ¿está bien esto para mí?, ¿realmente está bien?, ¿me gusta esto? Nada más. Ninguna me obligó a ser lo que soy ahora. Me dijeron, “pregúntate”, y fue lo que hice. Fue lo que comenzamos a hacer con Han: “¿Está bien consumir un medicamento que te va a dar cáncer y tener que sacar tu útero?”. Yo creo que ahí fue nuestro punto de quiebre, decir: ya, basta. ¡Basta de violencia, no más violencia!
Han -Gracias al cuestionamiento de todas esas cosas logramos decir: ¡ya, no vamos a continuar! Nos estamos haciendo daño entre nosotras y a cada una. Empezamos a aceptarnos más, y a la larga nos sacamos una mochila muy grande. Ahora vivimos mucho mejor, mucho más plenas que lo que vivíamos antes, siendo transexuales.
Ariel -Ahora hay sexo con cariño.
Han -Se disfruta más de la vida.
Ariel -En las tareas del hogar, yo ya no las hago todas.
Han -Nos compartimos las tareas, que sea equivalente para ambas, justa. Ahora encuentro que es sumamente sana, más amorosa, de compañerismo. Obviamente, como en todas las relaciones hay discusiones.
Ariel -Pero son menos violentas.
Han -Sí. Ahora se conversa. Antes se gritaba…
Ariel -Nos empujábamos.
Han -Ahora se conversa. Ella me sienta y dice, “¿Sabes?, me siento mal, vamos a conversar. Sin grito por medio, hay una conversación.
Ariel-…” Tomémonos un café, me pasa esto. Me hiciste sentir incómoda”. O, “Ariel, fuiste muy pesada”. Es otra forma.
Han -Es otra forma en todo ámbito, salir a comprar, la rutina diaria, el despertar es totalmente distinto. No hay violencia de por medio ya. O sea, lo violento que era antes nuestra relación, ya no lo es.
Ariel -Han está muy libre. Asumo que igual insisto mucho por su salud, antes él usaba las bander que eran esos petitos que le apretaban los pechos, entonces ahora le digo que busque petos deportivos, por ejemplo. Y ahora él usa su peto. Está más libre, se acuesta sin polera. Entonces, ya tiene una forma de dormir distinta, un dolor menos…
Hablando de amor entre mujeres, ¿se relacionan con otras mujeres o mujeres lesbianas?
Han -Bueno, como pareja estamos todavía en construcción, de conocer a más chicas de parejas lesbianas. Yo sí tenía una amiga que también tenía su pareja lesbiana, que era muy amiga mía; por el tema de la pandemia no nos hemos podido ver, ni juntar, pero fue la única que por mi parte he tenido.
Ariel -Nuestras amigas pertenecen al círculo del BDSM. Porque antes nosotras también practicábamos BDSM. Cosa que ya no hacemos…
¿Qué es el BDSM?
Ariel -Prácticas de sadomasoquismo. Eso nos llevaba a la violencia. Nuestro círculo es ese, personas que practican sadomasoquismo. Nos seguimos juntando con ellas, son amigas; nos da igual penita eso porque vemos la violencia que sufren ellas. Igual no podemos dejar el círculo porque son nuestras amigas y queremos que ellas también puedan tener una plenitud como mujeres. Las queremos mucho, si bien nuestras ideas… ellas son muy feministas, liberales, muy pro trans; pero son nuestras amigas, nuestras compañeras; son mujeres también y no las queremos abandonar solo porque piensan distinto. Al contrario, queremos seguir ayudándolas a que puedan ver que hay violencia, que tienen que salir adelante, porque son nuestras amigas.
Han -Todavía no tenemos amigas lesbianas, quizás tengamos, a lo mejor conozcamos más.
Ariel -Hemos conocido tanta gente, ha sido súper bonito. Quizás amigas, amigas, no tenemos, pero conocemos otras realidades, más chicas radicales; conocemos más feministas; conocemos mujeres de nuevo. Es como empezar de cero, como reconciliarte. Antes, por ejemplo, veías, Pablo Neruda y Gabriela Mistral. Ahora ves a Gabriela Mistral. Y la ves bonita. Nos emocionamos cuando en las vacaciones fuimos juntas al Museo. Las mujeres son geniales, ya no hay, “no, es que es tonta”, “que es superficial”, “que se maquilla”. No, ahora ves todo distinto, entonces aprecias cada mujer que llega a tu vida. Sea una amiga o no, es mujer igual y la aprecias, es súper bonito.
Y la relación con la madre. En tu caso, Han, ella te apoyó en la transición, ¿y ahora en la detransición?
Han -Hace poco le conté bien el tema de la detransición, porque ella creía que yo era todavía un chico trans. Ahora que vivo con Ariel y estoy estudiando tengo muy poco tiempo. Hace poco la llamé y le expliqué todo. Al principio le costó un mundo entenderme, no se lo tomó a mal, al contrario, me dijo –“bueno, es lo que tú quieres, está bien así, yo lo sabía “. Para todo me dice, “yo lo sabía”. Igual ella está tranquila porque sabe que estoy bien. Independiente de lo que yo decida, mientras yo esté bien, para ella va a estar bien también.
Encuentro que estamos más unidas por lo mismo, por un tema de que soy consciente de lo que ella hizo por mí, de lo que ha hecho por mis hermanas, hasta el día de hoy me sigue apoyando, me quiere mucho, lo mismo de mi parte hacia ella. La relación es muy bonita y ahora se ha vuelto mucho más linda por lo mismo, porque la comprendo, la entiendo y no la juzgo como quizás lo hice antes. Entonces, es distinto, es una relación más cercana, más amorosa.
Porque uno dice, ¡Chucha!, mi mamá, o sea, no yo no lo hubiese podido hacer como lo hizo ella. ¡Es increíble! Entonces uno la aprecia, la quiere más. Aprecia todo el esfuerzo que ella hizo a como antes quizás se veía, que era como una maldición, poco menos. Pero ahora no, al contrario. Es como para entregarle un altar a ella, como decirle “se pasó, hizo todo lo posible dentro de lo que podía”.
¿Y tú, Ariel? Tu mamá falleció…
El feminismo me ayudó a reconciliarme con mi mamá. Porque siento que lo que hizo, lo hizo porque era mujer. Le tocó tan feo, que ella hizo lo que pudo, ¡¡si era mujer!! Oye, qué más vas a hacer con un esposo alcohólico. Más encima tienes una hija a la que no quieres que le pase lo mismo. No quiero decir que la perdoné, porque siento que no hay que perdonar. Creo que solamente estamos bien. A eso, me ayudó el feminismo.
Muchas gracias por su honestidad y mucha energía creadora para su proyecto.
(1) nota al pie de las editoras.
“Semana sobre semana
Transcurre mi edad primera
Mejor ni hablar de la escuela
La odié con todas mis ganas
Del libro hasta la campana
Del lápiz al pizarrón, del banco hasta el profesor”.
Letra de la Infancia. Violeta Parra.
Me parece estupenda la entrevista. Aclara muchas cuestiones que generalmente pasan desapercibidas o se ocultan intencionadamente.
Agradezco mucho el trabajo que están haciendo. Ojalá se pueda hacer llegar a las escuelas y el sistema de salud y sobre todo, a la adolescencia.
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Creo que ellas tuvieron que cerrar su página y todas sus redes por los comentarios de odio que recibían. Espero que estén bien y podamos escucharlas de nuevo, hacen una labor muy importante, les deseo lo mejor.