“Vas, durante el día, a la calle, a la manifestación del 8 de marzo y, en la noche, te acuestas con el hombre de siempre, bajo las mismas condiciones de siempre” dice, más o menos esto, Milagros Rivera Garretas en una maravillosa charla que realizó hace muy poco sobre lo que ella llama la revolución clitórica, que refiere a la visión que tuvo Carla Lonzi de que existían y existen mujeres clitóricas y mujeres vaginales[1]. ¿Qué hay detrás de esta frase?, ¿cuál es su trasfondo? Es la inautenticidad de la mujer vaginal. Por qué. Porque “las condiciones de siempre” se refieren a practicar el coito heterosexual, es decir que, para ese hombre, la única sexualidad posible es la sexualidad vaginal y ella lo acepta, aunque allí se pierda y olvide su propio placer. Lo inauténtico de la mujer vaginal radica en aceptar que la vagina es la sede del placer de él, olvidando, ella, su propio placer, que reside en el clítoris (“Estoy abortando a cambio del placer ¿de quién?”[2]).
Lonzi es quien dice que la primera colonización física y psíquica que las mujeres sufrimos en el patriarcado es la colonización del placer, esto es, hacernos creer que la vagina es sede de nuestro placer y mutilar el clítoris, física y simbólicamente (ablación, psicoanálisis freudiano y reichiano, teoría cuir, etc.), que es realmente el órgano que tenemos solo destinado al placer sexual y al orgasmo femenino. En Itinerario[3], dirá que con el clítoris pretendió dar cuenta de un gran vacío cultural, el de una sexualidad femenina libre, que llamará sexualidad de las caricias, distinta de la sexualidad penetrativa patriarcal[4]. La sexualidad de las caricias involucra el cuerpo completo, el alma, el aura, dice Rivera Garretas. No obstante, el hombre coloca la vagina como receptáculo de su placer e inventa un orgasmo vaginal que no existe, salvo como colonización psíquica, mediante el sueño de amor[5] que es, por lo demás, un invento de la modernidad. Un ejemplo del sueño de amor sería la frase “lleguemos juntos al orgasmo”[6].
Esta colonización es previa a las colonizaciones de los continentes, de los pueblos originarios; es anterior al contrato social moderno de Rousseau y a la división sexual del trabajo de Engels, asumida por De Beauvoir para explicar el origen del patriarcado en El segundo sexo. Todas estas colonizaciones la continúan, les subyace. Coincide esta colonización de la que habla Lonzi con lo que Pateman describirá en el Contrato Sexual[7]: pacto tácito y no pacífico entre hombres para acceder al cuerpo femenino y disponer de sus frutos; los hombres se distribuyen a las mujeres, incluidas sus hijas, en los albores de las sociedades patriarcales. Si volvemos al presente, podemos decir que ya sabemos todo esto: el feminismo ha hecho un trabajo lato y profundo para desenmascarar las estructuras de poder patriarcales en todos los ámbitos de la vida, sobre todo en aquellos ámbitos que se consideraban fuera de la política y que, sin embargo, son el fundamento de toda política, porque la política es, sobre todo, política sexual[8].
La mujer vaginal no tiene independencia simbólica de los hombres, puede que tenga independencia económica, pero no tiene independencia ni de sus códigos ni de sus valores dominantes. La mujer clitórica tiene independencia simbólica de los hombres en su sentir, en su placer femenino, porque es auténtica o practica la autenticidad, que involucra, dice la autora española, nuestros traumas y talentos, juntos[9]. Busca, la clitórica, ser ella misma. Siguiendo esta reflexión, se puede decir que un feminismo que se sostiene en la dialéctica de lucha con los hombres es un feminismo vaginal o ideológico, pues no tiene independencia simbólica. Y así podemos engrosar la lista de feminismos vaginales con todos aquellos que niegan el clítoris y asumen el ano como centro del placer o que, a través de la defensa mancornada del aborto, vuelven a naturalizar el coito.
En Rivolta Femminile o Revuelta Femenina, la colectiva feminista fundada por Lonzi y otras, había mujeres vaginales y clitóricas. Esto dice Carla en sus diarios, interpretados por Milagros[10]. Lonzi –mujer clitórica, que le cuesta su vida la búsqueda de autenticidad, pues enferma políticamente (como ella misma dice) y muere muy joven– se sentía no totalmente cómoda con la presencia de mujeres vaginales en el grupo. Finalmente, las mujeres vaginales de Rivolta son las que se van a la revolución con los hombres progresistas de mayo del 68; una revolución sexual que fue, en realidad, una revolución vaginal, nos dice Rivera Garretas, siendo los anovulatorios (también el aborto) perniciosos para el cuerpo de las mujeres y anti-ecológicos para el planeta.
¿Por qué, en Rivolta, que era un grupo separado de mujeres y no un grupo mixto, había vaginalidad?, porque no es necesario que los hombres estén físicamente, basta traerlos, como presencia fantasmática o simbólica, a nuestras relaciones amorosas, sexuales, amistosas y a nuestra política de las mujeres, para que los cánones de la vaginalidad se instalen con su desorden simbólico acostumbrado. Así lo afirman Rivera/Lonzi. La presencia fantasmática, por ejemplo, puede estar en el uso del dildo con forma de pene o en el uso del speculum con el que se observa la vagina (y no la vulva)[11]; puede estar también en las fantasías amorosas o sexuales, en el trato, en el hablar, etc. Sin embargo, la autora española dice que cada mujer puede tener de vaginal y de clitórica, y una expresión pueda ser más dominante que la otra, lo importante es estar atentas a los cánones de vaginalidad y descolonizarnos de ellos, o abandonarlos de manera voluntaria[12]. También, continúa, podemos ser plenamente vaginales o plenamente clitóricas. Por ejemplo, una mujer plenamente clitórica es la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, que no tenía vocación de monja, pero tampoco quería que la casaran con un hombre necio[13].
La revolución clitórica tiene más cabida hoy, en el contexto vigente, que en el de Carla Lonzi. Hoy, porque el fin del patriarcado lleva más signos visibles que lo evidencian, y más voces, en distintos lugares, que lo colocan en palabras. Por eso, pienso que nuestra política tiene que ser, con mayor intensidad, clitórica. No basta que sea solo feminista. El feminismo queda pequeño, sobre todo cuando está demasiado atrapado en las dicotomías del pensamiento y, por lo mismo, carece de independencia simbólica y libertad creativa. Por ejemplo, algunos discursos feministas insisten en las dicotomías de lo material y lo simbólico, de la teoría y la práctica, del discurso y la acción, reponiendo, de esta manera, la división primigenia que realiza el régimen simbólico patriarcal para usurpar la obra materna, esto es, adjudicarle la palabra, el logos, al padre; y relegar el cuerpo mudo, a la madre, lo natural sin lo sobrenatural[14]. Sin embargo, lo simbólico y lo material van unidos, aunque no sean lo mismo, como la palabra y el cuerpo. El discurso y la práctica también; por dar un ejemplo en negativo, la matanza y las violaciones de mujeres no se separan de la aniquilación simbólica[15] de nuestros cuerpos sexuados en femenino, que realizan los medios de comunicación, la publicidad, la industria sexual y pornográfica, el sistema prostituidor, etc. Tampoco se separan de la (todavía) no suficiente existencia de representaciones simbólicas y sociales del valor del sentido libre de ser mujer.
Recuerdo a Margarita Pisano diciendo que ya no quería decirse feminista. Ella no sabía que la salida era ser feminista y femenina libre[16]. Algo que no hubiese nunca aceptado, pues una de sus frases más transgresoras era “no rescato nada de la feminidad”. Sin embargo, coincido en que es muy importante que nuestra política sea feminista y femenina libre de los estereotipos de género, del contrato sexual, de la heterosexualidad y la maternidad obligatorias, del coito heterosexual, de las instituciones, ideologías, los valores y códigos masculinos, como señala María-Milagros Rivera. De no ser así, se anquilosa en una ideología feminista, cuyo nefasto efecto en nosotras es que nos escindamos de nuestro sentir, de nuestra autenticidad, que es la savia de la revolución clitórica.
[1] Las invito a escuchar y a ver la fuente de inspiración de este texto: Rivera, María-Milagros, 2019, El placer femenino es más importante que la república. En http://www.mariamilagrosrivera.com/author/mariam15/
Y el texto en el que se basa el video: Rivera, María-Milagros, 2019, Carla Lonzi y otras. Los manifiestos de Rivolta Femminile. La revolución clitórica. En http://www.ub.edu/duoda/bvid/text.php…
También Lonzi, Carla, 1978, Mujer clitórica y mujer vaginal. En Carla Lonzi, Escupamos sobre Hegel, 69-120. Buenos Aires: Editorial La Pléyade.
[2] Preguntan las mujeres de Rivolta Femminile, 1978, Sexualidad femenina y aborto. En C. Lonzi, Escupamos sobre Hegel. Y otros escritos sobre liberación femenina. Buenos Aires: La pléyade.
[3] Lonzi, Carla, 2012, Itinerario de reflexiones. En: Duoda. Estudios de la diferencia sexual, 42, pp. 56-91.
[4] Ver Rivera, María-Milagros, 2019, El placer femenino es más importante que la república. En http://www.mariamilagrosrivera.com/author/mariam15/
[5] En lugar de amor romántico, más imprecisa, prefiero la expresión sueño de amor, que leí en Luisa Muraro, 2013, La indecible suerte de nacer mujer. Madrid: Narcea.
[6] Lonzi, Carla, 1978, Mujer clitórica y mujer vaginal, ibid.
[7] Pateman, Carole, 1995, El contrato sexual. Barcelona: Anthropos.
[8] Rivera, María-Milagros, 2019, El placer femenino es más importante que la república, ibid.
[9] Rivera, María-Milagros, 2019, Carla Lonzi y otras. Los manifiestos de Rivolta Femminile. La revolución clitórica. En http://www.ub.edu/duoda/bvid/text.php…
[10] Rivera, María-Milagros, 2019, Carla Lonzi y otras…, ibid.
[11] El ejemplo del dildo es mío, y el del speculum lo da María-Milagros en las obras ya citadas.
[12] Rivera María-Milagros, 2020, Lo que es voluntaria es la vaginalidad, en http://www.ub.edu/duoda/web/es/textos/10/250/
[13] Estas ideas las menciona en el video El placer femenino es más importante que la república, ibid. Alude a la vaginalidad como un posible estado temporal, diferenciándose de Lonzi que ve a la mujer clitórica y a la mujer vaginal como estados ontológicos. Pienso que con el texto, mencionado en la nota al pie anterior, esta diferencia se ve con más claridad.
[14] Rivera María-Milagros, 2020, La pandemia como oportunidad de entendimiento global, en http://www.ub.edu/duoda/web/es/textos/1/255/
[15] Bengoechea, Mercedes, 2006, “Rompo tus miembros uno a uno” (Pablo Neruda). De la reificación a la destrucción en la iconografía literaria de la amada. Cuadernos de Trabajo Social, 19, 25-41.
[16] “Lo femenino libre es un hilo de oro que atraviesa los tiempos, con quilates, tonos y grosores distintos. Existe y ha existido siempre entre las mujeres. Existe porque es constitutivo del ser, del ser humano femenino. Su alcance es ontológico, por decir lo mismo con otras palabras. María Zambrano lo llamaba el sentir, el sentir originario, la vida del alma, la vida de las entrañas. Carla Lonzi lo llama autenticidad y, también, ‘mujer clitórica’, distinta de ‘mujer vaginal’, su invención simbólica más radical, osada, precisa y eficaz, una invención simbólica de consecuencias políticas incalculables todavía hoy para nuestra forma de civilización.” En María-Milagros Rivera, 2019, Carla Lonzi y otras…, ibid.