Andrea Dworkin dice que una nueva sexualidad “…comienza donde hay congruencia, no separación, entre los sentimientos y los intereses eróticos; que comienza en lo que conocemos sobre la sexualidad de la mujer como distinta a la del hombre: caricias en el clítoris y sensibilidad, orgasmos múltiples, sensibilidad erótica en todo el cuerpo (…), en la ternura, en el respeto propio y en el respeto mutuo absoluto.”[1]
Audre Lorde dice que “debemos estudiar conscientemente cómo tratarnos con mutua ternura hasta que esta se convierta en un hábito…”.[2]
María-Milagros Rivera descubre que Sor Juana Inés de la Cruz, en sus Enigmas de la Casa del Placer, traza el mapa de la ternura y no del dominio, entre ella y su amada, la Condesa de Paredes.[3]
También Milagros Rivera nos cuenta que Carla Lonzi se refiere a la sexualidad de las caricias, donde participa todo el cuerpo, el alma y el aura. Es una sexualidad femenina auténtica, que desplaza el coito del centro por el orgasmo femenino, cuya residencia está en el clítoris y no en la vagina.[4]
Adrienne Rich define lo erótico en términos femeninos: “como aquello que no está reducido en una única parte del cuerpo o solo al propio cuerpo…”, y trae a Audre Lorde de regreso por sus reflexiones en torno a lo erótico, que lo define como “la alegría compartida, física, emocional o psíquica…”. Y sigue Adrienne diciéndonos que es “la alegría que nos llena de fuerza”.[5]
Las autoras radicales de la diferencia saben que un cambio profundo en las formas que experimentamos la sexualidad provoca un cambio radical de la civilización, puesto que el pacto masculino[6], que se prolonga con la modernidad y el capitalismo, consiste en la usurpación del cuerpo femenino, su sexualidad y sus frutos: la capacidad de ser dos, el placer clitórico, la lengua materna/el orden simbólico de la madre, las energías creativas y eróticas femeninas, los vínculos entre mujeres, en especial, el de la madre y la hija.
Hoy, en el fin del patriarcado, la usurpación del origen se reproduce en la industria sexual (pornografía, prostitución, trata), en los úteros de alquiler[7] y en la violación y violencia de los hombres contra las mujeres, que muestran la miseria masculina a vista y paciencia, y que queremos que llegue a ser impensable[8]. Una revolución auténtica no retorna al mismo lugar o statu quo, como ha retornado la mayoría de las revoluciones masculinas (revolución francesa, la de mayo del 68, la zapatista, etc.), sino que quiebra los cimientos de la civilización, toca su política sexual, toca el coito heterosexual, el origen mismo del agónico dominio patriarcal, que se ha fundamentado en la absorción (o inclusión) de nuestra irreductible diferencia sexual, su potencialidad y afirmación.
[1] Traducción de Maldita Feminista Radical de Our Blood. Prophecies and discourses on sexual politics de Andrea Dworkin, 1981.
[2] Lorde, Audre, 2003, Mirándonos a los ojos: mujeres negras, ira y odio. En A. Lorde, La hermana, la extranjera. Madrid: Horas y horas.
[3] Sor Juana Inés de la Cruz, 2019, Enigmas de la Casa del Placer (bajo el cuidado de María-Milagros Rivera Garretas). Madrid: Sabina editorial.
[4] Rivera, María-Milagros, 2019, El placer femenino es más importante que la república. En http://www.mariamilagrosrivera.com/author/mariam15/
[5] Rich, Adrienne, 2001, Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana (1980). En A. Rich, Sangre, pan y poesía, 41-86. Barcelona: Icaria.
[6] Pateman, Carole, 1995, El contrato sexual. Barcelona: Anthropos.
[7] Luisa Muraro publicó un libro el año 2017, que no he tenido el placer de leer aún; su título es El alma del cuerpo. Contra el útero de alquiler. Madrid: Icaria.
[8] Rivera, María-Milagros, 2018, ¿Es ya impensable la violencia masculina contra las mujeres?, en http://www.ub.edu/duoda/web/es/textos/10/222/