Cartagena. El Encuentro de un Cambio

Este artículo, publicado en Brujas Nro. 24 (1), me parece premonitorio de los tiempos que corren. Hoy forma parte de la cultura narco-imperialista el instalarse en la historia de lucha de liberación para, desde allí, armar un sistema de nueva esclavitud. Usan palabras que van borrando historia, lucha, gente, ideales y propósitos. Pretenden borrar el contenido de lucha de palabras que están en la memoria colectiva, que han hecho su camino libertario. Ahora, muchas de esas palabras reaparecen en manos de un patriarcado oportunista y sagaz. No permitamos que la cultura narco-imperialista esconda sus intenciones en nuestras palabras, ni esconda sus crímenes en nuestras palabras.

Sandra Lidid.

Abril 2019

Cartagena

El Encuentro de un Cambio.

Margarita Pisano, con la colaboración de Sandra Lidid.

Fue en Costa del Sol, durante el 6º Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, en el taller de las cómplices sobre política feminista, donde se abrió públicamente el debate sobre lo que está sucediendo en el movimiento feminista. La preocupación que allí se manifiesta es que un sector del feminismo viene tomando la representación del movimiento y decidiendo políticas y estrategias a seguir, involucrando a todo el movimiento feminista latinoamericano. En el 7º Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, que se realizó en Cartagena, este debate adquiere la real dimensión política que tiene, concretizándose en grupos de mujeres, con nombre y apellido, con historia y trabajo feminista, las profundas diferencias políticas que existen en el movimiento.

Después de Cartagena ya no se podrá hablar de UN SOLO FEMINISMO, con diferentes vertientes y expresiones; habrá que hablar del feminismo autónomo, del feminismo institucionalizado o neo-feminismo, del feminismo socialista, del eco-feminismo; o sea de corrientes de pensamiento, de sistemas de ideas con sus respectivas expresiones orgánicas; cada corriente con sus diversidades y diferencias. Después de Cartagena habrá que hablar identificando a nombre de quien se habla.

Este encuentro marca un cambio. Allí quedó claro que nadie tiene el derecho de representar, hablar o negociar a nombre del movimiento feminista. Que al tomar la representación de las políticas para las mujeres y del feminismo se está atropellando una parte importante del movimiento feminista y de las mujeres en sus derechos más básicos: se está negociando si su consentimiento.

En este encuentro había un pedido simple y claro:

“no hagan política a nombre nuestro, no nos incluyan”,

“hagan política a nombre de ustedes, pónganse nombre”.

“Hagan toda la política que quieran y como quieran, pero sin incluirnos, esto significa que tienen que ponerle nombre a lo de ustedes, tienen que nombrar a quienes representan”.

El feminismo es un lugar histórico que ha producido diferentes miradas ideológicas, filosóficas, económicas y políticas, no es propiedad de ningún grupo, es parte de varias corrientes que él mismo ha generado; capitalizar esto en un solo grupo, que además no construye movimiento y ni siquiera se lo propone, es justamente salirse de lo que entendemos como feminismo.

Al contrario de quienes se arrogan el hacer las políticas para mujeres, nosotras las autónomas, creemos que debemos buscar las formas de hacer crecer nuestro movimiento para que éste se convierta en una fuerza social de cambio. A partir de este movimiento consciente y responsablemente asumido como una pertenencia orgánica (militancia), podemos hacer y hacemos alianzas para avanzar en el cambio que nos hemos propuesto.

Nosotras, en el Movimiento Feminista Autónomo, tenemos un espacio que hemos ido definiendo y dibujando, hemos trabajado largamente en él; nos hemos nombrado para hablar y representarnos. Nuestro movimiento es un lugar al que se elige libremente acceder (sin ser funcionaria), con el que se adquiere el compromiso de asumir su historia y trayectoria político-filosófica, aportando para mejorarla, profundizarla y hacer los cambios necesarios entre todas. Nuestro límite es que si alguien tiene un proyecto político diferente, con diferentes estrategias y objetivos, consideramos que debe construir su propio espacio político-filosófico, legible claramente, con el propósito de hacer sus políticas transparentes y sobre todo sin aprovecharse del trabajo y la historia de otras feministas.

Para nosotras, corriente autónoma, era muy importante que en este encuentro se expresaran claramente los diferentes proyectos políticos que se han venido consolidando en el movimiento. Hasta ahora es muy difícil estar debidamente expresadas debido al control de los medios de comunicación por parte de las institucionales. Era muy importante que nuestra imagen fuera construida por nosotras mismas (derecho humano) y no un contarnos de otras (en el mejor de los casos, porque por lo menos eso despierta la curiosidad), o un permanente invisibilizarnos. Así cada feminista podría ubicar y ubicarse libremente, sin prejuicios; y esto sí que es empezar a hacer política de otra forma.

En ningún otro espacio político se aceptan las cosas que en este movimiento feminista amébico hemos aceptado, sin ninguna capacidad de asombro ni de reacción. En este encuentro se ha manifestado el asombro y son muchas las que han reaccionado expresando que están en desacuerdo con

“Que al interior del movimiento se nieguen las representatividades y que en lo público se hable a nombre de todas.

“Que al interior del movimiento se nieguen los liderazgos para después aparecer en lo público como líderes.

“Que nos representen sin haberlo decidido las representadas.

“Que mujeres que se dicen feministas pongan en práctica políticas nunca discutidas en el movimiento.

“Que usen el poder que han conseguido gracias al feminismo y a la lucha de las mujeres para sus intereses y para invisibilizarnos.

“Que se confunda funcionarias pagadas de ONGs con militantes feministas.

“Que se usen espacios laborales ONGs, como movimiento social donde se deciden políticas que afectan a todas las mujeres.

“Que el poder económico externo intervenga en el diseño de las políticas feministas.

“Que mujeres que no son feministas tomen decisiones para el movimiento.

Para algunas de nosotras el feminismo es el espacio público de nuestro quehacer político indispensable y necesario para complementarnos como seres humanas; para otras, es solo un complemento secundario a sus creencias, sean estas políticas o religiosas; y para otras, es un lugar donde buscar afectos y espacios protegidos. Por último están las que necesitan formar parte del poder (por mínimo que este sea) que el sistema le otorga al movimiento de mujeres. Estas maneras de ser feministas nos hace diferentes.

Algunas de nosotras venimos planteando por lo menos desde fines de los 80, la necesidad de profundizar en las diferentes corrientes, para así hacer una discusión más política y teórica de manera de salir de los discursos demagógicos incluyentes.

En el 7º Encuentro la metodología tenía la intención de ir constituyendo grupos amplios que compartieran algunas ideas. Muchas de nosotras solo tenemos la oportunidad de juntarnos cada tres años, por lo que este gran esfuerzo lo hacemos para avanzar en las grandes políticas del movimiento feminista; políticas que habitualmente se hacen e implementan muy lejos de este espacio. Otro objetivo de la metodología era el que cada una asumiera en el espacio público feminista la posición política en que ha venido actuando. Había que elegir un grupo por sus ideas, por su ideología, por sus posiciones políticas y sus prácticas. Estar en un taller así definido significaba decir abiertamente de una vez por todas en qué posición se está.

Los objetivos de la metodología estaban claros para todas. Muchas se resistían a explicitar diferencias. Si hay un poder constituido no representativo del feminismo no convenía hacer este ejercicio de democracia, no convenía contarnos.

Esta metodología fue y sigue siendo cuestionada por muchas feministas. Se la contrapone al trabajo en grupo chico. Sin embargo, si asumimos los espacios de lo íntimo, lo privado y lo público, debemos entender que lo público es un espacio amplio que es la esfera de la política. Es la plaza donde se debaten ideas, sistemas y valores que constituyen la forma de organizarnos como humanos, en sociedad. Salirnos del grupo chico es necesario. Primero porque en el grupo chico es falso que todas hablen; en él funcionan las mudas, las que nunca hablan y que sin embargo murmuran por los pasillos; y segundo porque lo que se dice en el grupo chico no adquiere la dimensión de compromiso político-publico, queda en lo doméstico.

El mundo de lo femenino es el grupo chico, se constituye por la sangre, por azar o por aburrimiento y propicia un espacio para socializar lo que sentimos; por su propia naturaleza está impedido para adquirir la dimensión del cambio social. Por lo tanto, si bien el grupo chico nos sirve para socializar, no nos sirve para implementar políticas de cambio social. El grupo chico tiene como una de sus ventajas para trabajar con mujeres la toma de conciencia. También el grupo chico nos sirve para profundiza en nuestros propios procesos de toma de conciencia. Pero hacer del grupo chico la forma de hacer política de las mujeres, como alternativa al modo de hacer política de los varones es una equivocación que reduce nuestras responsabilidades de construir lo público, es seguir dándoles a las mujeres un espacio doméstico para expresar sus ideas políticas, además de ser una mentira puesto que las feministas institucionales hacen política en los espacios públicos más tradicionales y de la manera más tradicional. El discurso que sostiene que hacer política discutiendo en asambleas es patriarcal cae en un esencialismo sobre lo “femenino” que considera que el juego de las ideas no nos compete.

Cuando finalmente se constituyeron los talleres de profundización, se formó un taller que se autodefinió “ni las unas, ni las otras”. No cabe duda que en este grupo existe un porcentaje de mujeres recién llegadas al feminismo y en procesos de definiciones propias. Pero la gran mayoría de ellas conoce muy bien las diferentes estrategias e intereses que hay en el movimiento, sin embargo, no hacen ninguna crítica a las políticas de las feministas institucionales, más bien sustentan su existencia en función de criticarnos a nosotras. Esto no estaría mal si ellas no estuvieran con su silencio coludiéndose con las políticas de las institucionales. Este espacio supuestamente neutro es muy político y es el menos democrático de todos porque no se exponen a nada porque no pertenecen a nada, allí el poder se ejerce desde una supuesta conciencia limpia.

Por su parte, las feministas institucionalizadas llamaron a su taller “La agenda autónoma y radical” confundiendo a sus propias adherentes, que les señalaron que ellas no eran radicales ya que no captaban la utilidad de la confusión de nombres. Con ellos evidenciaron la incoherencia entre los discursos públicos que asumen algunas mujeres y los discursos radicalizados que sostienen sin mayor inconveniente al interior del movimiento.

La invasión de territorios, la utilización del discurso, la negación de nuestra existencia e historia, son hechos de violencia que las autónomas hemos padecido. También lo son el uso discriminatorio de los medios de comunicación feminista y el tráfico de influencias sobre el dinero que se ejercen en concomitancia con el poder. La violencia es eso, no la denuncia de estos hechos. Es violento que tomen nuestro discurso y lo acomoden para usarlo como un peldaño más de sus políticas con el poder.

En el encuentro las discusiones fueron apasionadas; esto parece haber asustado a muchas, por sus decires. Las asustadas hablan de “hacer política de otra manera”, “a la manera de mujeres”, “a la manera feminista”. Pareciera que este hacer política entre nosotras es cantar, hacer ritos, danzar, darnos masajes, rompiendo las “maneras” de siempre. ¿Qué tiene de “otra manera” la política de lobbie que defienden con tanta vehemencia algunas feministas y silencian otras? Habría que preguntarse, ¿por qué cuando están con nosotras, con el movimiento , nos sancionan las discusiones apasionadas?

Otra acusación que se nos hace es el no incorporar el cuerpo. Soy una de las que más he propiciado que para pensar libremente, para tener ideas propias (autónomas) hay que tener cuerpo y no negarlo, y menos estigmatizarlo como naturaleza a dominar; y sobre todo he propiciado el no separar tan tajantemente los espacios, sino más bien la integración de la persona en todas sus dimensiónes, uniendo lo íntimo, lo privado y lo público (1). Esto no significa hacer una confusión de estos espacios ya que cada uno tiene sus propias dinámicas.

Imponer dinámicas o ritos en espacios de todas es obligar a una participación mentirosa a quienes no comparten esta manera de expresarse. En el movimiento hay intereses que pretenden definirnos como feministas por actitudes espirituales, corporales, sicológicas, por todo menos por las ideas.

Como toda religión, no solo imponen una ritualidad, sino que desde su mirada del bien y del mal van sancionando el discurso y hasta los tonos de voces. ¿Cuándo nos sancionarán la manera de sentarnos?

La incorporación del cuerpo con la espiritualidad es una experiencia de lo íntimo, es un diálogo con una misma y con los misterios de la vida. Institucionalizar esta dimensión es una vez más lo que ha hecho el patriarcado con la espiritualidad humana, aunque se vista de mujer. Atraparla en ritos rescatados de las catatumbas del patriarcado, o en ceremonias sacadas del contexto cultural al que pertenecen, construyendo un cuento que debe ser aceptado por todas, niega la capacidad libertaria que tiene la espiritualidad.

Todas las religiones han atrapado el cuerpo en una ideología, especialmente el cuerpo de las mujeres. Nos han dicho lo que tenemos que hacer con él y sobre todo nos han dicho que no tenemos que pensar en él ni en el mundo (discutir ya vendría siendo una blasfemia digna de la hoguera); que el pensar le corresponde a los hombres. Creo que la espiritualidad es un espacio que hay que trabajar para la liberación, pero nunca para una reinstalación ideológica como ha sido históricamente, ahora desde las mujeres.

La política para el patriarcado es una lucha donde el juego es ganar con toda clase de demagogias, argucias, imposiciones y apropiaciones indebidas de ideas de otros. Para esto es indispensable silenciar al otro, estigmatizarlo, invisibilizarlo y a veces matarlo. Esa es la manera de hacer política patriarcal. Luchar por las ideas es legítimo, por lo menos a nosotras nos parece. Lo que no es legítimo es imponer las propias ideas diciendo que son universales.

Hemos sido acusadas de fundamentalistas por expresar y defender nuestras ideas (cuando no nos dicen que somos añejas, de los 60). La capacidad intelectual de las feministas institucionales y de “ni las unas, ni las otras”, queda reducida a su mínima expresión: cuando se refieren al feminismo autónomo, nos llaman fundamentalistas. El patriarcado siempre ha utilizado estos métodos para paralizar los movimientos sociales que lo incomodan, por lo que es un poco más de los mismo. El caracterizarnos en una palabra a estas alturas de la ideología neoliberal no nos significa a nosotras, sino que más bien da cuenta del espacio político donde se sitúa cada quien.

Este ha sido el encuentro más político que hemos tenido. En primer lugar, porque dijimos lo que nos venía molestando desde hace mucho tiempo. En segundo lugar, porque éramos muchas más de las que creíamos. Hemos constatado que somos ya suficientes para ir construyendo un movimiento feminista autónomo latinoamericano. También se ha avanzado en desmontar el romántico-amoroso-mentiroso de que el feminismo es uno, que no hay intereses y poderes en su interior y que no tiene fisuras. Y por último, hemos logrado que a pesar del feminismo oficial, el feminismo todavía sea un espacio de rebeldía.

Santiago de Chile, Enero de 1997

Notas

1)   Margarita Pisano: “El plano inclinado”, “un cierto desparpajo, Sandra Lidid editora. Ediciones Número Crítico. Noviembre 1996.

2)   Brujas, publicación feminista independiente, ATEM 25 DE noviembre. Buenos Aires. Argentina.

 


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